domingo, 11 de abril de 2010

Mil diputados



[Escrito por Cosmos02]

¿Quinientos diputados son muchos? Yo creo que no ¿Qué hay que reducir su número porque, entre otras muchas razones bien justificadas, son muy onerosos a las finanzas públicas y porque la mayoría de ellos sirve para un carajo? Otra vez creo que no, al contrario, propongo que sean mil.

¿Me he vuelto loco? No, hasta donde sé. ¿Por fin decidí ventilar públicamente mi masoquismo social? No, tampoco. Mejor me explico.

Acabo de leer un interesantísimo artículo del maestro Pérez-Reverte sobre los diputados españoles que perfectamente podría referirse a los diputados mexicanos (y supongo que a los de casi todo el mundo), dice el artículo:

“No identifico a casi ninguno, y apenas veo los telediarios; pero al pájaro se le conoce por la cagada. Van pavoneándose graves, importantes, seguros de su papel en los destinos de España, camino del coche o del restaurante donde seguirán trazando líneas maestras de la política nacional y periférica. No pocos salen arrogantes y sobrados como estrellas de la tele, con trajes a medida, zapatos caros y maneras afectadas de nuevos ricos. Oportunistas advenedizos que cada mañana se miran al espejo para comprobar que están despiertos y celebrar su buena suerte. Diputados, nada menos. Sin tener, algunos, el bachillerato. Ni haber trabajado en su vida. Desconociendo lo que es madrugar para fichar a las nueve de la mañana, o buscar curro fuera de la protección del partido político al que se afiliaron sabiamente desde jovencitos. Sin miedo a la cola del paro. Sin escrúpulos y sin vergüenza. Y en cada ocasión, cuando me cruzo con ese desfile insultante, con ese espectáculo de prepotencia absurda, experimento un intenso desagrado; un malestar íntimo, hecho de indignación y desprecio.”

Y continúa:

"Quizá porque los conozco, concluyo. No uno por uno, claro, sino a la tropa. La casta general. Los he visto durante años, aquí y afuera. Estuve en los bosques de cruces de madera, en los callejones sin salida a donde llevan sus irresponsabilidades, sus corruptelas, sus ambiciones. Su incultura atroz y su falta de escrúpulos. Conozco las consecuencias. Y sé cómo lo hacen ahora, adaptándose a su tiempo y su momento. Lo sabe cualquiera que se fije. Que lea y mire. Algún día, si tengo la cabeza lo bastante fría, les detallaré a ustedes cómo se lo montan. Cómo y dónde comen y a costa de quién. Cómo se reparten las dietas, los privilegios y los coches oficiales. Cómo organizan entre ellos, en comisiones y visitas institucionales que a nadie importan una mierda, descarados e inútiles viajes turísticos que pagan los contribuyentes.”

Y a esa lista de linduras, si habláramos de nuestros H. diputados federales mexicanos, podríamos añadir cómo se confabulan cotidianamente para boicotear la democracia y hacer imperar siempre la impunidad para los ricos y los poderosos, sin importar lo que hayan hecho en este país en donde una gran cantidad de ellos tendría que estar en la cárcel.

¿Y ante ese escenario yo quiero que sean mil? Pues sí, quiero que sean mil, dos por distrito (o sea, seiscientos con los nuevos) y cuatrocientos más por vía plurinominal pero los nuevos vendrían sin lista, sino por prelación (otro día cuento qué es eso). Pero ojo, serían entonces quinientos que vengan de los partidos, los anquilosados y anacrónicos partidos, siempre tan alejados de la gente y sus necesidades. Pero los otros, la segunda mitad, deben cumplir ciertos requisitos que enlisto enseguida:

a) Deben ser de la sociedad civil y no haber pertenecido en ningún momento a partido político alguno y no haber hecho ninguna actividad proselitista partidista alguna. Al que se le compruebe antecedente de algo por el estilo, queda fuera automáticamente.

b) Deben tener estudios universitarios, de preferencia algún título de licenciatura como mínimo, pero sobre todo, deben tener un amplio reconocimiento social como hombres y mujeres honorables. A esos diputados los rondarían, como a ningunos otros, los fantasmas de la corrupción, las mordidas y las tentaciones sin fin, además de que serían los más vigilados de todos, por eso su reputación tendría que ser intachable.

c) Los candidatos deberán comprometerse a no ocupar ningún cargo de elección popular en los próximo 5 años después de haber sido diputados, para que no usen el cargo como trampolín.

d) De ganar, deben aceptar el cargo de manera honorífica. Es decir, no cobrarán dieta en la cámara de diputados. Ser diputados-ciudadano (así podríamos llamarlos) sería un honor para poder servir al país, no servirse de él. En los casos de los distritos que elijan a algún diputado-ciudadano que no pueda sostener su presencia de tres años como diputado, se crearán comités de contribuyentes que le pagarán una dieta nunca mayor a 3 salarios mínimos. Los integrantes de los comités contribuyentes deducirán esas aportaciones de sus impuestos. Si un hombre modesto llega así a diputado, no pierde su muy digna condición de hombre modesto.

e) Tendrán voz en tribuna y voto como cualquier diputado federal, pero no contarán con fuero. De ese modo, no sólo perderían su condición de diputados si se les descubre cualquier corruptela (tráfico de influencia, venta de votos de los diputados, etc, sino además, se van a la cárcel por cualquier delito que se les compruebe).

f) Su labor será fundamentalmente votar las propuestas legislativas junto con los demás diputados y, los que puedan, legislar propuestas propias, no hacer gestoría ni otras actividades con las que los diputados hacen clientela política en sus distritos.

Vaya, la idea es que fueran un contrapeso a los diputados partidistas y que no tuvieran trabas que les impidieran votar cosas que los actuales, con la red de compromisos partidistas en los que se mueven, no pueden aprobar, como, por ejemplo, la reducción de sus propias dietas o el presupuesto para sus propios partidos.

En un escenario así, estoy seguro que los diputados partidistas, sin distingos de colores, tendrían que estarse uniendo tiro por viaje para que los diputados ciudadanos no les ganen votaciones que atentan contra todos y, por tanto, lo que quedaría clarito, diáfano, sin pizca de duda, es que los diputados actuales, tal y como está el congreso, suelen ir contra el interés de la mayoría constantemente.

Pero sea, es un sueño guajiro, por lo que sólo nos queda seguir mentándoselas, aunque sea de un modo tan fino como el de Pérez-Reverte.

lunes, 5 de abril de 2010

El poder de las luces de xenón

(Escrito por Cosmos02)

[ Quise poner una foto de un carro con luces de xenón pero se mueven tan rapido que no pude fotografiarlos, perdonen ]

Los chavos que le cambian los faros a su nave por unos de xenón ¿creerán que con ello su coche adquiere superpoderes que no tiene? Las luces de xenón se ven porque se ven y alumbran porque alumbran, de eso no hay ninguna duda. Y si quien los trae viene de frente, lo menos que se te ocurre es mentarle la madre mentalmente. Claro que si tu coche también trae esos hirientes foquitos de luz azul, entonces lo que el otro puede esperar es que tú también le eches la luz y así, al menos, ambos quedan parejos, igual de lampareados.

Pero lo digo por otra cosa que me parece sintomática: quienes tienen un coche, el que sea, desde un destartalado Atlantic hasta un Seat deportivo (pasando por toda la gama imaginable de carros más baratos y más caros, por supuesto) que traiga faros de xenón creen que prendiéndolos el enorme poder de la luz hará que todos se hagan a un lado y la pista se abra franca para ellos. Por eso, los prenden así sea mediodía. Pero claro, como en chilangolandia el tráfico es de locos como sea y no se abre ni de casualidad ante ninguna luz (excepto si acaso la de las ambulancias y eso cada vez menos), entonces creen, supongo yo, que alternativamente esa misma luz los envuelve en un campo de fuerza estilo la nave Enterprise del capitán Kirk y el señor Spoc de modo tal que pueden ir cambiando de carriles sin ver quién viene atrás o a los lados, pues el chiste es zigzaguear para tener al menos la ilusión de que los faros de xenón son los que te están abriendo camino en el cinturón de meteoritos que está rumbo a Marte.

Y tal vez ustedes piensen que estoy escribiendo esto porque tuve algún incidente (o accidente vehicular) con algún cafre con luces de xenón y que por eso me estoy desahogando, pero en realidad no es así. Bueno si, pero no un incidente. O sea, no creo que pueda llamársele incidente, aunque puede tomarse como tal. Vaya, mejor me explico.

Salí de mi casa alrededor de las 10 de la mañana, tomé por el eje 5 sur como suelo hacerlo todos los días, cuando por el carril de la izquierda me rebasó a toda velocidad un pequeño deportivo con luces de xenón encendidas. Como más adelante había varios camiones, dribló hábilmente para cambiar 3 carriles a su derecha (es una vía ancha, eso sí) y rebasarlos fácilmente. Lástima que como a 500 metros está el semáforo de Av. Guelatao y ahí se tuvo que parar. Yo, que iba despacio porque mi coche aún estaba frío, lo alcancé sin ningún problema un par de minutos después y quedé junto a él, era un chavo con lentes a la terminator y los pelos parados con gel. “Chale, a mi edad la brecha generacional ya se está volviendo abismo”, pensé.

Se puso el siga y con un nuevo y asombroso quiebre, que implicó meterse a mi carril aprovechando mi parsimonia para acelerar, logró ubicarse delante de todos y así poder acelerar a toda velocidad. Por un momento se perdió en una curva que tiene el eje más adelante, pero lástima, por ahí hay un semáforo para que pase la gente de la colonia Frentes de no se qué. Se tuvo que parar. Un par de minutos después llegué y me ubiqué en el carril tras él. Se puso el siga, salió disparado nuevamente, se perdió de mi vista mientras me concentraba en poner 94.5 FM, buena música desde México en mi radio. Llegué al semáforo de Periférico Oriente y, oh sorpresa, estaba junto a mí otra vez, pero ahora del lado derecho.

Pero sea, para no hacer ya el cuento más largo, así nos fuimos , semáforo tras semáforo, hasta Río Churubusco, él siempre llegando mucho antes y yo alcanzándolo para quedar a un lado o atrás de él, lo malo para él fue que ahí se equivocó de carril y quedó atrás de un camión que no se movía ni de casualidad y su única posibilidad de seguir su acelerada ruta es que yo lo dejara pasar, pero con la pena, le aceleré un poquito, al fin que mi coche ya había alcanzado la temperatura correcta, tantito nomás para no darle oportunidad de meterse y los de atrás, tanto o más gandallas que yo, hicieron lo mismo, de modo que ahí se quedó, atorado, perdiendo la carrera por la copa pistón en el último tramo y todo a pesar del poder de sus luces de xenón, a los que sumó la increíble potencia de su claxon, que no dejó de sonar desesperado, mientras yo me daba la vuelta para otro lado, dejándolo atrás.

No me sentí bien, no me sentí mal por lo ocurrido, sólo me acordé porque hace rato me rebasó por la izquierda a toda velocidad un auto con luces de xenón, prendidas también en pleno día, que un instante después alcancé en el semáforo.