jueves, 29 de julio de 2010

Solaris



[Por Cosmos 02]

Solaris es un planeta que pertenece a un sistema binario. Es decir, tiene dos soles. Por esa razón, los científicos calcularon que la órbita del planeta no sería una elipse, toda vez que cada una de las estrellas le da un jalón gravitacional al planeta tal que le causa cambios muy bruscos de temperatura, haciéndolo pasar de los calores extremos a la congelación total. Por ello, los científicos también creyeron que en un planeta así la vida sería imposible.

Sin embargo, al parecer, se equivocaron. De entrada, la órbita que Solaris describe alrededor de las dos estrellas no se ajusta con las fuerzas gravitatorias que por la masa de los cuerpos involucrados le corresponde. La órbita de Solaris, en cambio, parece perfectamente planeada para que en la superficie del planeta la temperatura sea sumamente agradable.

Solaris tiene unas pocas regiones de tierra firme, por llamar de algún modo los islotes que presenta y el resto es una especie de océano coloide en constante movimiento. Precisamente, el primer gran descubrimiento que creen haber hecho los científicos (en rigor, ningún descubrimiento sobre Solaris hasta ahora es algo definitivo), es que el océano coloide parece ser el responsable del cambio gravitacional en el planeta y su órbita, aparentemente, está calculada por el océano mismo.

Otro descubrimiento sorprendente es que el océano es capaz de reproducir no sólo las estructuras que se le presenten (objetos complejos hechos por el hombre), e incluso recrear, aparentemente por placer, otras estructuras complejas que, por su forma se llaman simetriadas, sino también incluso aquellas que se encuentren en la mente de los seres humanos que estén en el planeta. No es que el océano tenga vida, sino que el océano mismo es una gigantesca forma de vida y es capaz de leer, o percibir, no se sabe, la mente de los humanos. Una especie de cerebro cósmico en algún grado de evolución dedicado a modificar el tránsito sideral del planeta para su propia sobrevivencia y entregado al parecer a consideraciones sobre su ser y el de los minúsculos seres y sus máquinas que han llegado a visitarlo.

Sin embargo, lamentablemente, todos los intentos hechos hasta ahora para comunicarse con esa forma de vida han sido infructuosos. Pensamos que es inteligente, pero es tan diametralmente distinto a lo conocido, que no se ha encontrado forma alguna de intercambiar mensajes que sea inteligible para ambas partes. Creemos que el océano está vivo, que es inteligente (el cálculo preciso de su órbita lo demuestra), pero no lo entendemos, aunque pudiera ocurrir que él a nosotros sí y a fondo.

Obviamente, me refiero a “Solaris”, una magnífica novela de ciencia ficción de Stanislaw Lem que narra la inquietante historia de un astronauta que acude a Solaris después de que en la tierra reciben extraños mensajes desde la estación del planeta. Historia que, por cierto, no voy a contar.

Lo que sí diré es lo que me gustó y sorprendió mucho: bajo la premisa de un planeta como el descrito arriba, Lem expone diversas teorías sobre el mismo que desarrollan los científicos y cómo polemizan éstas entre sí. Es decir, no sólo se le ocurre una idea bastante excéntrica sobre las posibilidades de vida en otro planeta, cosa que en sí misma justificaría toda una novela, sino también describe cómo se aproximaría la inteligencia humana, a través de varias corrientes de pensamiento científico y filosófico (englobadas en lo que llama “la solarística”) a dicha forma de vida con todo y múltiples contradicciones entre sí y cómo además, esas aproximaciones fracasan para entender a Solaris reflejando, con ello, en un parábola compleja, la incomprensión que en el fondo tenemos sobre nuestro propio ser.

Contado así podría parecer un libro denso, en realidad no lo es tanto y por su extensión puede leerse un par de tardes. Lo interesante es que nos muestra hasta dónde la imaginación nos puede liberar de nuestro pequeño egocentrismo biológico que sólo es capaz de imaginar extraterrestres humanoides para mostrarnos otra posibilidad completamente distinta.

Para decirlo fácil, el libro está muy bueno.

miércoles, 28 de julio de 2010

Flashforward (Recuerdos del futuro) de Robert J. Sawyer o cómo desperdiciar una buena premisa


[Por Cosmos 02]

En su “Ensayo sobre la ceguera”, José Saramago parte de una premisa radical: súbitamente todos quedan ciegos. Puestos los personajes en el tamiz de esa circunstancia terrible, Saramago separa, decanta, disecciona y analiza la naturaleza humana. Va desnudando y exhibiendo lo mejor y peor de todos nosotros, “ese algo sin nombre que habita en nuestro interior pero que define lo que somos”. (Saramago dixit).

En “Flashforward” (Recuerdos del futuro), Robert J. Sawyer parte de una premisa sumamente interesante. Durante un experimento en el acelerador de partículas del CERN en la frontera entre Francia y Suiza, toda la humanidad sufre un salto de su conciencia al futuro. Durante un minuto y cuarenta y tres segundos todas las personas se meten al yo que serán dentro de veintiún años y verán, olerán, sentirán y dirán lo que su yo del futuro vea, huela, sienta y diga sin que puedan intervenir al respecto. Al final del experimento regresarán al presente con una breve, brevísima probadita de lo que les depara el futuro.

Los efectos por supuesto son devastadores porque en el presente todos caen en una inconciencia momentánea, por lo que los accidentes de todo tipo multiplican las muertes en todo el planeta por millones. Desde quienes se queman con el café que estaban enfriando hasta quienes van manejando autos que se estrellan o atropellan personas. Los aviones que van despegando o aterrizando pierden el control, trabajadores operando máquinas sufren amputaciones y un sinfín de tragedias de todo tipo se suceden por todo el mundo. Por supuesto que aquella mitad del mundo que se encontraba dormida es la que menos efectos sufren y, si acaso, tienen sueños muy extraños.

Si bien es cierto que todos los escritores tienen el derecho y la libertad de escribir lo que se les venga en gana (o al menos eso suponemos) y no están bajo ninguna circunstancia obligados a develar siempre la naturaleza humana o derivar de sus historias ninguna verdad universal y profunda, también es cierto que si se va a poner una premisa que afecta a toda la humanidad y se van a bosquejar algunas consecuencias, como el autor realmente hace, entonces la lógica de su propia historia debería haberlo llevado a pensar un poco más profundamente todo lo que un pequeño atisbo al futuro puede desencadenar.

Y es que las consecuencias que presenta el autor de ese suceso son limitadas y, en la mayoría de los casos, ingenuas. Se dice, por ejemplo, que algunos países se apresuran a patentar ideas de inventos que algunos vieron en el futuro, cosa que obliga a cambiar las leyes sobre patentes. También nos dice que dentro de veintiún años el yen japonés estará fuertemente devaluado respecto al dólar, lo que provoca en el presente una venta masiva de la divisa, apresurando y ahondando la crisis de ese país (lo cual es de risa, y de mala leche viniendo de un autor norteamericano, dado el déficit de la economía norteamericana y considerando que su principal acreedora es la economía asiática). Por otra parte, el autor se sacude rápidamente la discusión místico-religiosa a que daría lugar esa premisa comentando rápidamente que Benedicto XVI declara las visiones del futuro compatibles con la iglesia y algo parecido dice de los musulmanes. Anuncia también que Pepsi ganará finalmente la guerra de las colas y que Bill Gates perderá su fortuna cuando se derrumbe el valor de las acciones de Microsoft.

¿Luego? Luego se pierde básicamente en dos historias, la del científico que no tuvo visiones porque dentro de veintiún años estará muerto y que otros le dirán que es así porque será asesinado días antes, por lo que dedicará su vida a resolver el misterio de su muerte y el del otro científico, hijo de padres divorciados, que descubre con horror que su pareja del futuro no será su prometida actual, por lo que vivirá la pesadilla de su propio divorcio. Es decir, el autor pierde la oportunidad de aprovechar una magnífica premisa para un dramita de serie de televisión norteamericana tipo CSI y Sisters & Brothers mezclados.

Claro que durante una buena parte de la novela da lugar a la discusión, desde el punto de vista físico, de si el futuro está fijo y predeterminado en el transcurrir del tiempo o si de verdad contamos con el libre albedrío necesario para cambiarlo.

Y decía más arriba que es una historia ingenua porque una vez que Lloyd Simcoe, el científico responsable del experimento le dice al mundo que éste fue el responsable del salto de la conciencia al futuro y luego va a la ONU a proponerle a las naciones que se repita para echar un segundo vistazo, encuentra que todo mundo está de acuerdo sin más. No hay la férrea oposición de otros científicos que sabrían de la locura de un experimento que puede afectar a todo el mundo sin el conocimiento exacto de todas las variables involucradas. Tampoco hay mucho respecto a los debates que sobre el tema deberían darse entre filósofos, historiadores, catedráticos de todo tipo. No nos dice ni media palabra sobre lo que los militares intentarían sacar de esto para sus fines, lo mismo que los gobiernos, totalitarios o no. Al contrario, resulta que el acelerador de partículas del CERN sigue trabajando como si nada, cuando en realidad, de menos, la OTAN (o quienes lleguen primero), tomarían las instalaciones bajo su control en lo que deciden qué hacer mientras otros países comienzan a desarrollar sus propias teorías y experimentos al respecto.

El autor, en cambio, parece muy a gusto describiendo la física de las partículas y subpartículas atómicas, cómo es y cómo funciona el acelerador, qué otros tipos de experimentos suelen hacerse con él y otros elementos que serán la delicia de los físicos sin duda.

En lo que sí patina a más no poder es en el final, más fumado que el “2001 Odisea del espacio” de Arthur C. Clarke, con un nuevo atisbo al futuro, pero no les digo a dónde.

En fin, es una novela interesante, para un par de tardes de lectura, con una premisa magnífica, pero absolutamente desaprovechada para una historia banal y simple cuando podría haber servido de base para darle un repasón sensacional a la historia de la humanidad, sobre todo a su historia futura sólo tendiendo hilos entre lo que conocemos en la actualidad y lo poco que nos daría un minuto cuarenta y tres segundos en el futuro. Eso sí la hubiera convertido en una novela como pocas.

domingo, 25 de julio de 2010

No logo de Naomi Klein

[Por Cosmos 02]



Me lo recomendaron de casualidad y ni siquiera directamente. Me dijeron que se trataba de una especie de enciclopedia de márketing o algo por el estilo y que de oídas sabían que estaba bueno.

Luego me topé con el libro en una librería mayorista y, por tanto, con un buen descuento. Leí su contraportada:

Naomi Klein:
No logo

“¿Cómo pasó Bill Gates de trabajar en un garaje a convertirse en un magnate mundial?
(Cosa que, por cierto, es un error, el que pasó de un garaje a magnate fue Steve Jobs, la historia de Bill Gates, en el fondo, es menos épica) ¿Por qué el nombre de Nike suele identificarse con el trabajo clandestino y la explotación laboral? ¿Por qué algunas de las marcas más respetadas del mundo sufren virulentas campañas en su contra?. Este libro explica la irritación que las grandes marcas suscitan en amplios sectores de la sociedad...”.

Más adelante dice:

“...The New York Times lo ha calificado como ‘la Biblia del movimiento antiglobalización”.

Por lo que me dije a mí mismo: “Mi mismo, esto no es un manual de márketing. No es Philip Kotler enseñándonos a identificar las necesidades del mercado para conquistarlos con los productos correctos, ni cómo podemos armar una campaña para aplicársela chido a la competencia, esto es otra cosa.”

Y, en efecto, el libro de Naomi Klein es otra cosa, en todos los sentidos. Es una revisión, desde una dura crítica a las dinámicas de márketing de las grandes corporaciones, de la nueva configuración del capitalismo contemporáneo. Comienza describiendo los cambios que se han suscitado en las áreas de márketing de las empresas, desde hacer simple publicidad a querer posicionar los logos y marcas en el imaginario popular a todos los niveles. Para ello han ido conquistando y absorbiendo todas las facetas de la cultura posibles y privatizando para sí los espacios públicos. Hecho más evidente, por supuesto, en los países desarrollados, por la importancia de sus mercados, como Estados Unidos, Canada y los principales países de Europa, donde hay campañas publicitarias, como nos cuenta la misma Naomi, hasta en los baños de las universidades y donde los centros comerciales estilo Wall Mart son pequeñas ciudades que destruyen el pequeño comercio al por menor de los alrededores.

Esta conquista de espacios que modifica y desplaza la cultura popular, pues no es un asunto sólo de medios y de tiendas de marca y va desde los barrios repletos de la presencia de las marcas hasta la música, el cine, la educación y hasta el lejano pueblito rural con su letrero de Coca Cola en la entrada de la única tienda, obliga a las empresas a elevar exponencialmente su presupuesto de márketing, creando a su vez un movimiento en sentido contrario respecto a sus áreas de producción. En otras palabras, las grandes corporaciones, estilo Nike, enfocan sus esfuerzos corporativos en reforzar su marca, pero se alejan de las sucias vicisitudes de los procesos de producción, despidiendo obreros de las clásicas zonas fabriles de Estados Unidos, Francia, Alemania, Canada, etcétera y llevándolos, bajo contratistas, a países de tercer mundo: El sureste asiático, América central, Filipinas, México, donde no sólo la mano de obra es increíblemente más barata, sino donde la impunidad prevaleciente permite que los contratistas no respeten derechos labores, no inviertan en medidas de protección del medio ambiente y, como se explica en el libro, no generen realmente una derrama económica de largo plazo para elevar el nivel de vida la población.

Lo que hace ya más de 100 años describía Federico Engels en su “La situación de la clase obrera en Inglaterra” (y que en la literatura retrataba magistralmente Charles Dickens) tiene en Naomi Klein un actualización impresionante, sólo que ya no ocurre en los mismos países: Los tenis deportivos de Nike que llegan a costar más de 500 pesos en Liverpool (que alguien me actualice el dato, por favor) son producto del trabajo cuasi esclavo de obreras de 12 años en adelante en zonas de libre comercio para exportación de Cavite en Filipinas, de Hong Kong en China o de las maquiladoras de Tijuana o Ciudad Juárez en México.

Lo cual me recordó una nota que, sin venir en el libro de Naomi, concuerda con las tendencias que describe, se trata de la producción del iPod, en la fábrica china Foxcon:

http://www.baquia.com/noticia/relacionada/10951/1/el-ipod-se-fabrica-en-china-bajo-condiciones-inhumanas

Todo lo cual lleva a la autora a conclusiones ominosas, entre muchas, la del enorme poder mundial de las grandes corporaciones por encima de gobiernos y cuyo interés choca casi irremediablemente con la siempre postergada esperanza de construir un mundo mejor. Por eso, en la parte final del libro se describen las reacciones sociales que se han suscitado en todos los países contra los efectos nocivos de la globalización, desde las manifestaciones globalifóbicas, como las bautizó Zedillo, hasta las simples demandas de consumidores en Estados Unidos contra las empresas por las condiciones de explotación con las que fueron fabricados productos de uso común, como las pijamas infantiles de Disney hechas en Haití, entre centenas de ejemplos y que describen las nuevas formas de subversión contra el sistema, muchas de ellas usando Internet como herramienta principal de organización.

En conclusión, hay que leerlo para saber dónde estamos parados y comprender con una nueva mirada lo que hay detrás de logos que nos son tan familiares, y hasta simpáticos, que los llevamos sin reticencias en la ropa, en nuestra mochila y cuadernos, en nuestras casas y/o autos y, quién sabe, a lo mejor hasta sin saberlo, tatuados hasta en la piel.

P.S. Tendremos que conseguir y leer su tercer libro, se ve como una continuación muy sugerente: La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre.

Entrevista a Naomi Klein publicada en La Jornada el 18 de marzo de 2001

martes, 20 de julio de 2010

La Trilogía Millenium


[Por Cosmos02]

Obsesionado con la desaparición, y posible asesinato, de su sobrina Harriet cuarenta años antes, el antiguo director ejecutivo de un poderoso grupo industrial de Suecia contrata a un periodista venido a menos después de ser encontrado culpable de difamación y condenado a 3 meses de prisión, Mikael Blomkvist, para que haga un último y desesperado esfuerzo por descubrir la verdad.

Así inicia la primera novela de la trilogía “Millennium” de Stieg Larsson titulada “Los hombres que no amaban a las mujeres”, a la cual le siguen “La chica que soñaba con un bidón de gasolina y un cerillo” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, las cuales han sido un fenómeno de ventas a nivel mundial. Éxito póstumo para Larsson, muerto prematuramente de un infarto antes de que apareciera su primer libro.

En su búsqueda por desentrañar el misterio, Mikael no sólo irá descubriendo la truculenta historia de la poderosa familia Vanger, sino además se topará con la verdadera heroína de la trilogía, Lisbeth Salander, una singular mujer llena de piercing y tatuajes que resulta ser la mejor investigadora de Milton Security, empresa de seguridad privada, gracias a sus dotes de hacker de talla mundial que le permite entrar a husmear en cualquier computadora del mundo con la facilidad con la que cualquiera va a al baño a hacer pipí. De hecho, a su vez, el trágico y oscuro pasado de Lisbeth Salander le da contenido a la segunda y tercera novela de esta exitosa serie.

Salander y Blomkvist unirán sus aptitudes y no sólo resolverán el misterio de Harriet Vanger, sino además se enfrentarán a asesinos en serie, tratantes de blancas, mafiosos rusos, policías corruptos, industriales fraudulentos y toda una fauna que uno, desde nuestro pobre y devastado país, no se imaginaría ni de lejos que también se da en Suecia (lo cual, dicho sea de paso, me parte el corazón, porque me mata el chiste de que yo iba a nacer en Suecia, pero a la cigüeña se le ponchó un ala y vine a caer aquí).

Y es que si algo define a Salander y Blomkvist es una inflexible tenacidad para encontrar la verdad, pero también su indeclinable vocación por la justicia. No la justicia plasmada en leyes hechas a modo para que los poderosos nunca paguen, como ocurre tan descaradamente aquí, sino una justicia ideal, abstracta e interpretada muy a su manera, pero que les permite siempre ver con claridad quien tiene que pagarla y cómo. Y eso es más característico en Lisbeth Salander, quien con su magnética personalidad no se tienta el corazón para aplicar el ojo por ojo y diente por diente a los malos sin importar la brutalidad que sea necesaria. Así pues, Salander y Blomkvist son una especie de justicieros sui-generis en una Suecia oscura y corrupta donde la injusticia también propicia el surgimiento de héroes de novela.

Por otra parte, no hace falta ser experto en literatura para darse cuenta que las novelas de Larsson son, desde ese punto de vista, bastante pobres. No hay bellas metáforas, la descripción del paisaje es breve y limitada y la narración llega a ratos a parecer declaración ministerial. Vaya, lo que quiero decir es que no tenemos la fluida prosa sin puntuación del maestro Saramago, la imaginación de García Márquez o el implacable estilo de un Vargas Llosa, pero, sin embargo, va construyendo un entramado tan complejo y verosímil que le impide al lector detenerse si no es hasta saber cómo se resuelve toda la historia hasta el final del tercer libro, así sean las tres de la mañana.

Cuando uno busca información sobre Stieg Larsson, se encuentra con otra historia que daría para otra novela. Resulta que su padre y su hermano (o hermanos, no me acuerdo), quedaron como beneficiarios de los derechos de las novelas (de las cuales, además, se han hecho sus respectivas películas y que, al menos en Europa, han tenido también mucho éxito), pero su compañera no, a pesar de ser ella quien convivió con el autor en su periodo creativo e influyó de diversos modos en el desarrollo de las tres historias, por lo que mantiene un litigio sobre lo que le corresponde.

Un detalle curioso de la primera película: Hay una escena donde Lisbeth Salander muestra el expediente de Mikael Blomkvist y en donde puede verse una fotografía de él cuando era más joven. En la fotografía que usaron puede verse claramente que se trata de Gael García Bernal. En fin, por ahí leí en Wikipedia, que Larsson tenía proyectadas 7 novelas de la misma serie, pero la muerte vino a interrumpir su trabajo. ¿De qué iban a tratar esas cuatro historias que faltaron? Lamentablemente ya no podemos saberlo. Seguramente Blomkvist y Salander tendrían que unir fuerzas otra vez para combatir y vencer a sus enemigos. Lo cierto también es que nos perdimos la continuación de una historia donde las mujeres tienen que abrirse paso a punta de trancazos en un mundo dominado por hombres que no aman a las mujeres.

sábado, 3 de julio de 2010

Dragons´ Den


Es de agradecer que la idea viniera de una de las personas más ricas y poderosas de este país. Miren que poner al servicio de la gente innovadora y creativa su ingenio para los negocios así como parte de su fortuna en un programa como este es de admirarse. Por supuesto me refiero a Emilio Azcárraga Jean, presidente de Grupo Televisa. Su proyecto llamado “La guarida de los dragones” (a él le encantan los dragones, de ahí el nombre) lo realizó con la colaboración de otros cuatro grandes empresarios: Ricardo Salinas Pliego, presidente de Tv Azteca, Lorenzo Servitje, presidente de Grupo Bimbo, Lorenzo Zambrano, presidente de CEMEX y Carlos Slim, el hombre más rico del mundo según Forbes.

Es una idea muy sencilla que dará excelentes resultados, se trata de un programa de televisión en el que los cinco empresarios ofrecen cierta cantidad de dinero a toda aquella persona que llegue con proyectos innovadores para levantar sus empresas. También, junto con el dinero, se ofrece capacitación y asesoría laboral y económica para que la gente común y corriente pueda tener una empresa sólida y perfectamente bien encaminada. El único requisito aquí es que si la idea no convence a algunos de los cinco empresarios y no se consigue el total del dinero, el solicitante se va con las manos vacías. ¿Genial no? Ayudará a generar empleos y que la gente con talento se dé a conocer apoyados en la experiencia y en el dinero de estos solidarios y filantrópicos hombres de negocios.

(Los dos párrafos anteriores son puras ilusiones mías evidentemente. Lamento regresarlos a la realidad tan rápido pero esto no sucede ni sucederá en nuestro país. Existe la famosa “Iniciativa México” pero esa sólo se dará cada 100 años. Ya saben, por aquello de los centenarios y bicentenarios. En Inglaterra sí sucede. Se trata del programa “Dragons den” y se transmite por BBC Entertainment los domingos a las 10 pm. La mecánica es la que describo en mi segundo párrafo ingenuo (por decirlo amablemente): Llega la gente con proyectos solicitando x cantidad de dinero, si los “dragones” (empresarios) ven que la idea es buena y puede generar ganancias ofrecen el dinero y la asesoría. En ocasiones, evidentemente, pondrán condiciones al solicitante como tener un porcentaje en sus empresas. Dependerá de la gente si acepta o no el trato. La principal condición es que si piden, por ejemplo, 50 mil libras deben obtener las 50 mil libras. Si no logran la cantidad completa se van sin nada).

Supongo que en Inglaterra no ven a sus empresarios como unas voraces rapiñas que sólo buscan tener monopolios que destrocen y acaben a quien ose competir con ellos. Es probable, incluso, que los vean como personas emprendedoras que están dispuestas a ayudar a la gente normal que está haciendo su lucha por tener un patrimonio, apoyadas en alguna idea y/o talento especial. Tal vez no sean empresarios que apoyen a los políticos en lograr puestos clave para, después, cobrar los favores a cambio de negocios que generen ganancias extraordinarias. Si, tal vez asi sea en Inglaterra. Es por eso que aquí, en México, jamás se hará un programa como ese. Ni modo.