jueves, 26 de mayo de 2011

A otro mundo

[Por Cosmos 02]

- Llevo 12 años viéndola todos los días, como comprenderás estoy emocionado, la he visto crecer, la he visto desde que era nada hasta el punto en el que estoy ahora”. - Dijo mi amigo dándome la espalda y sin esforzarse por ocultar el tono de melancolía en su voz.

- Es un sueño que ha absorbido mi vida, todo mi esfuerzo, mi dedicación y volvería a empezar si fuera necesario. - Añadió alzando los brazos para enfatizar la importancia de sus palabras.

- Está listo, ya no hacen falta más pruebas, una vez que la ponga en marcha, no nos veremos más mi estimado, te voy a extrañar, de verdad. - Se volvió a mirarme entrecerrando los ojos.

- Es magnífica, tiene 6 cerebros positrónicos dedicados, uno para cada sistema: El de navegación, el de suministro de consumibles, el de habitabilidad interior, el de auto reparación, la interfaz de comunicación con el usuario, le puse voz de mujer, y el de coordinación general y sistemas menores, que, podría decirse, es el sistema principal.

Mi amigo se llevó las manos a los bolsillos y suspiró largamente mirando otra vez hacia fuera, se quedó quieto unos segundos que aproveché para mirar furtivamente a la puerta.

- La cubierta exterior tuve que reforzarla con cerámica de alta presión, el problema es que eso me obligó a recalcular la propulsión, por el cambio de peso, lo que a su vez me llevó a rediseñar los tanques. Tú sabes que se trata de dos problemas fundamentales: la velocidad que debes alcanzar para escapar de la gravedad terrestre y luego la cantidad de combustible necesaria para llegar a la velocidad crucero estimada. Luego no hay problema, la inercia y algunos impulsos tangenciales que obtendremos por cortesía de los planetas nos permitirán mantener el paso hasta nuestro destino.

- ¿Sigues con el plan original de llevarte a alguien más? - Pregunté parándome junto a él, también mirando a donde él lo hacía.

- Claro, ese es el plan original, la gente está elegida y avisada, todo mundo tiene además ya el kit que cada quien debe cargar. Se los mandé por adelantado para que fueran familiarizándose con él. Todos deben llegar entre ocho y diez de la noche, para irnos todos a las 11, iluminará bellamente el cielo oscuro, debes verlo, será un espectáculo que no te puedes perder.

- ¿O sea que sigue siendo como un arca de Noe? – Pregunté sin poder evitar un tono sarcástico.

- ¿Vuelves a burlarte infeliz? - Dijo trastornándose en un segundo en una máscara de ira, por lo que tuve que corregir de inmediato.

- No, no, no, por favor perdóname, de ningún modo. ¿Cómo pude decir eso? Menos aún con ese diseño.

- ¿Te gusta el diseño? Aerodinámico ¿no? Toda una belleza en los cielos. Me van a decir que parece un ovni, pero eso es sólo cuando se le ve por atrás, por el frente sigue tan convencional como un jet. – Respondió regresando a su estado anterior.

- Es muy grande, en el cielo podrá verse de muy diversas maneras, según el ángulo en el que se le mire. - Con esas últimas palabras había ganado los últimos segundos que hacían falta, en ese instante entraron los cinco enfermeros, todos vestidos de blanco. El último traía preparada la camisa de fuerza en las manos.

La escena me dio pena, los cinco sujetos lo inmovilizaron en un instante, no le dieron tiempo ni de protestar. y lo echaron sin mucho tiento a la parte de atrás de una ambulancia. Cerraban las portezuelas en el instante en el que la mamá de mi amigo bajaba las escaleras de la casa y se paraba junto a mí con cara de resignación.

- Gracias por venir, sin ti hubiera sido más difícil y le hubieran hecho daño. La verdad no sé cómo le hace, es la tercera vez que se escapa.

- En realidad es una persona muy inteligente –le respondí mirando el cemento del patio vacío a través de la puerta abierta-, pero qué locura de quererse ir a fundar otro mundo.

La mamá de mi amigo cruzó los brazos y suspiró largamente mirando también a un punto indefinido en el exterior.

- Sí, es una locura. Dímelo a mí que soy su madre y he tenido que sufrir esto por tantos años. Pero lo que él no sabe es que cambié el código para iniciar la ignición, así que aunque quiera, no se va a poder ir.

lunes, 23 de mayo de 2011

Volver a empezar

Cuentito por Cosmos 02

I

Sentado al borde de la cama, en la semioscuridad de este sucio cuarto de hotel, me cubrí el rostro y no pude evitar el llanto. No podía más, ya no resistía nada más, todo se había ido al carajo, todo. Un desastre tras otro, como si realmente hubiera algo llamado Destino y el mío estuviera escrito sobre mí alma de manera trágica. Lo peor era que podía verlo claramente: las circunstancias, las decisiones, la gente, los errores. Todo era fácil de entender y si pudiera regresar el tiempo seguramente no llegaría a este desesperante punto, este instante en el quiero con todas mis ansias que nada sea real. O que la realidad sea un espejismo, humo que se desvanece con la voluntad del viento.

No puedo evitar repasarlo todo constantemente, con su carga de dolor atosigándome las sienes. Quisiera repasarlo en orden por lo menos, desmenuzarlo racionalmente para encontrar soluciones, ideas nuevas que al menos me sosieguen, pero es imposible. Una cacofonía de imágenes, frases, sonidos e ideas se agolpan unas sobre otras, asfixiantemente, como si todas ellas estuvieran ansiosas de estrellarse en mi mente y demostrar, en un concurso siniestro, que cada una tiene más mérito que las demás en mi infortunio. Como si hubiera orgullo en aportar un poco al recuerdo de mi desgracia personal, empresarial y hasta legal.

¿Qué hace un hombre de mi edad que, pese a sus talentos, pierde a su familia, amigos, patrimonio y acaba perseguido por la ley? ¿Qué debo hacer para salvarme de este dolor y recuperar mi vida? ¿Cómo y a quién le pido una segunda oportunidad? ¿Cómo puedo volver a empezar?

II

Recuerdo lo mal que me sentía anoche y cómo dormí entre sueños afiebrados de angustia y desesperación. Inclusive, recuerdo el plan que a duras penas fui esbozando, el clavo ardiente del que me aferraría como última esperanza para enderezar un poco las cosas. Pero al despertar no fue así. Todo se tornó extraño.

Al abrir los ojos distinguí de inmediato el techo de mi viejo cuarto en la casa de mis padres. Todo era igual, mi cama y su colcha de autos de carreras, el clóset color caoba, las cortinas amarillas, el espejo en la pared en su marco ovalado. Hasta el león de peluche que una tía me regaló al cumplir 9 años estaba ahí, nuevecito a mis pies. Mi muy rejuvenecida madre me llamaba diciéndome que se empezaba a hacer tarde para llegar a la escuela. Aunque confundido, curiosamente no entré en pánico al comprobar frente al espejo que era yo, ese niño de mirada perspicaz que estaba frente a mí era yo.

Me puse el uniforme, bajé a devorar el desayuno que la sirvienta de la casa, anciana que suponía muerta meses atrás, me acababa de servir joven y llena de vida. Disfruté en silencio el viaje a la escuela en el asiento trasero del auto de mi padre y fue cuando estaba en mi banca frente al maestro cuando comprendí que esta era mi segunda oportunidad, que estaba empezando de nuevo. Ese día, mientras me madre me recibía con un afectuoso abrazo fuera de la escuela, el maestro salió detrás de mí para felicitarla. “Su hijo siempre ha sido buen alumno.” Dijo, “pero hoy, señora, ha sido espectacular. Toda la clase se la pasó levantando la mano, todo lo supo, contestaba contento, añadía datos, no hubo nada que su hijo no supiera. Incluso cuando revisamos temas de historia, me dio la impresión de que su hijo tiene opiniones muy hechas, como si fuera un adulto. Señora, la felicito, su hijo es muy listo, muy maduro y sabe mucho”. Un tímido “gracias” fue la respuesta de mi desconcertada madre. Por supuesto yo estaba feliz, pero ahora debía ocuparme de otra cosa: tenía que planear el futuro, no volver a cometer errores. Tenía la ventaja del conocimiento y más de una década para planear las cosas. Pero eran muchos detalles, no debía pasar nada por alto si realmente quería tenerlo todo, conquistar el mundo que se me negó la primera vez. A ella debo conocerla dentro de 8 años o 9 años, más o menos, en el primer semestre de la universidad. Debo evitar a mi futuro socio dentro de doce años, me va a hundir. No debo pelearme con el maestro de estadística de octavo, casi para terminar la carrera, sólo me va a retrasar un año. Debo evitar el accidente después, para eso en la noche de la fiesta aquella no debo tomar. Evitar el choque no es relevante realmente, pero ahora lo sé y sé también que me ahorrará problemas. No volveré a dejar pasar la oportunidad que vendrá un poco después, significará mucho dinero ¿Qué más? ¿Deberé escribirlo? No, sería arriesgado, no es prudente que los demás sepan mí secreto, debo hacer el ejercicio de recordar y de hacer distintas las cosas en el momento oportuno, en el momento exacto. Por lo pronto puedo disfrutar jugando con mis amigos otra vez, nunca fui malo pateando la pelota.

III

Algo no anda bien. En realidad no sé que estoy haciendo. Según yo jamás reprobé matemáticas ¿por qué ahora reprobé matemáticas? Ni nunca estuve en una riña colectiva después de una fiesta ¿O sí? ¿Será que ocurrió y no lo recuerdo? Es como si mirara un cuadro que se ha movido, que no es igual, que recuerdo de un modo y al verlo descubro que es de otro. Ocurren tantas cosas que me es imposible compararlas todas con lo que tengo en la memoria, o al menos eso creía. Debe ser la distracción que viene con la adolescencia, será la tensión por redescubrir mis cambios hormonales. No lo sé. Según yo tengo la vida planeada desde que era niño, aunque no recuerdo exactamente de dónde me vino esa idea o porqué es así, a pesar de que lo siento como una convicción muy fuerte. Mi madre me dice que fantaseo mucho, que fantaseo de más, que lo he hecho siempre, pero más desde que tenía 9 años, que debería poner los pies en la tierra y mirar más seguido al presente, en vez de tener siempre la mirada puesta en un futuro que me jacto de conocer. Dice que a veces le da miedo cuando me pongo a hablar del futuro en tiempo pasado. Si al menos pudiera recordar la razón por la que hago eso.

El futuro. Algo raro tiene el futuro. Para mí era una zona llena de certidumbres, el gran patio de juegos en el que estaba ansioso por entrar a divertirme. Ahora no se, me parece nebuloso. Una zona extraña que creía tener en la mano y que se me escurre como arena, como un horizonte que desaparece conforme se mete el sol. ¿Es correcto que estemos haciendo maletas porque vamos a irnos a otro país en donde mi papá tiene “la mejor oferta de trabajo” de su vida? Debería saberlo, mejor aún, debería recordarlo, pero no puedo. Estoy convencido que dentro de poco, uno o dos años, debo conocer a alguien, es importante conocer a alguien, una mujer, una gran amor ¿se supone que deba ella hablar francés? Yo nunca hablé francés ¿O sí? No lo creo, aunque ya no sé si lo olvidé, o si no lo supe nunca. Igual y conozco una chica que hable francés, no estaría mal. Pero no es todo, había también algo que debía evitar, algo, un error, algo. Estaba en el plan, me lo dije a mí mismo desde hace muchos años y ahora que el momento se acerca no sé qué es, ni cuándo. No sé si tenga sentido seguir con estos juegos. Creo que ya debería convencerme de que toda esta imaginación vino de mi infancia y por alguna razón, tal vez la falta de hermanos, me obsesioné con ello. Sí, eso debe ser. Asumiré de una vez por todas que me estoy volviendo adulto y me dejaré de idioteces, así al menos mi madre no vivirá espantada pensando que siempre he estado un poco loco. Además, tengo que resolver lo de esa materia reprobada o de lo contrario me retrasaré un año.

martes, 17 de mayo de 2011

El final de Harry Potter

[Por Cosmos 02]



Hace unos días, en un portal de Internet me topé con un nuevo tráiler de la última película de Harry Potter, “Las reliquias de la muerte II”. Entre los fragmentos de imágenes de éste y el primer tráiler puede colegirse la siguiente escena: En una torre de la devastada Howgarts, Voldemort le pregunta a Harry Potter “¿Por qué no te mueres?” a lo que Harry responde, “Porque tengo algo porqué vivir”. Después parecen estar a la orilla de un muro roto de esa torre y Harry le dice a su enemigo: “Vamos Tom, acabemos con esto así como lo empezamos…. ¡Juntos!”, toma sorpresivamente a Voldemort del cuello y se lanza con él al vacío. Después hay otra escena de lo que parece ser el duelo final.

Ambas escenas me parecieron extrañas. Simplemente no recordaba haber leído una caída de ambos personajes ni un duelo que no fuera en el gran comedor del castillo y rodeado tanto de sus seguidores como de mortífagos, cosa que no se ve en los trailers. Por eso y porque, no lo voy a negar, soy fan de la serie, me pareció que éste era el momento oportuno para volver a disfrutar la historia releyendo el séptimo libro, antes del estreno de la última película, cosa que hice con mucho gusto estos últimos días. Y no sólo aclaré esas dudas, sino que, además, volví a refrescar en la memoria muchos otros detalles que me parece enriquecen la historia de modo interesante, mucho más allá del hecho de que se trata de todo un universo mágico.

Por ejemplo, es obvio que J.K. Rowling le basta con observar cómo se comporta la opinión pública de su país ante los tabloides sensacionalistas, que tienen una larga tradición en Inglaterra, para poder contar la historia de Rita Skeeter y las “escandalosas revelaciones” que hace sobre Albus Dumbledore. De modo indirecto J.K. Rowling no tiene empacho en señalar lo sinvergüenzas que suelen ser algunos periodistas si se trata de vender. Y si bien en el libro no se menciona ninguna relación entre Skeeter y Voldemort, la analogía del aspirante a dictador que usa como estrategia destruir la reputación y la credibilidad moral de sus enemigos es obvia. La Historia de la humanidad es rica en casos como esos. El poder se vale de todos los recursos a su alcance para debilitar al enemigo, entre ellos el uso faccioso de los medios de comunicación. En México los casos abundan. Decir Televisa y Tv Azteca, para mí es sinónimo de la más inescrupulosa manipulación informativa con fines de interés político y económico.

La otra analogía histórica interesante es la de la obsesión de Voldemort y sus seguidores por la supremacía de la sangre pura sobre los “sangre sucia” y los muggles, lo cual nos remite claramente a la obsesión de Hitler por la supremacía de la raza aria sobre el resto del mundo. Lord Voldemort es un fascista que se mueve tras las bambalinas del Poder para mover títeres en el Ministerio de magia (ellos cuentan con la maldición “Imperius”, lo que puede equivaler a jugosos sobornos o amenazas de muerte), perseguir y asesinar opositores, crear panfletos de propaganda ideológica, distorsionar las noticias y cambiar las leyes (o aplicarlas discrecionalmente) hasta lograr la instauración de un Estado totalitario.

Lo otro, que es lo que realmente se destaca en las películas y que le da su gran atractivo, es el universo mágico y todas sus peculiaridades: las varitas y las relaciones con sus dueños, los otros seres mágicos, como los elfos, hipogrifos, arañas gigantes y demás, la larga colección de hechizos, el uso del díctamo para curar rápidamente las más terribles heridas, la bolsa de mano en la que cabe todo, etcétera, etcétera.

Es de resaltarse los Horrocruxes, auténtico sesgo demoniaco de la historia. La intrincada relación que hace Rowling de la historia personal de Dumbledore, la misión de Harry de destruir los horrocruxes y la existencia de las Reliquias de la Muerte crean un complejo entorno en el que, además, la narrativa va subiendo de tensión hasta llegar, casi al final del libro, al clímax del enfrentamiento final.

En esta relectura fue exquisito para mí recordar tres detalles que habría que tener presentes como buenos fans: Para que la profecía del quinto libro tenga sentido (“Ninguno vivirá si el otro sobrevive”, palabras más palabras menos), Harry debe morir a manos de Voldemort porque él mismo es un horrocrux que se creó cuando le hicieron la cicatriz. Ese pedazo de alma está representado en el bebé deforme de la estación del tren cuando Dumbledore le aclara la historia a Harry. Al mismo tiempo, al morir Harry, Voldemort pierde la protección que adquirió de Harry cuando usó su sangre para renacer. Lo segundo nos remite al sexto libro. Cuando Snape mata a Dumbledore, quien le quita la varita un momento antes es Malfoy. A su vez, en el enfrentamiento en casa de los Malfoy, quien lo desarma es Harry, por tanto, no importa que Voldemort haya tomado la varita invencible de la tumba de Dumbledore y haya matado a Snape para obtener su lealtad, Harry es su dueño y Voldemort termina con ella matándose a sí mismo. Dudo mucho que en la película puedan verse con claridad esta anécdota.
Lo tercero es la vuelta de tuerca final, la última sorpresa reservada y oculta celosamente en los seis libros anteriores. Todo un giro dialéctico en toda la trama: el aliado más fiel y sacrificado de Harry Potter es Snape. De hecho, el peor enemigo de Voldemort es Severus Snape, que por amor a Lily Potter fingirá por años y años para proteger a Harry y acabar con el señor oscuro.

En fin. Seguramente veré la película, igual y hasta la disfruto en 3D si tengo oportunidad, pero por muy espectaculares que sean los efectos cinematográficos y por muy hábil que sea el director para narrarnos la historia (la película 6 fue espantosa y el libro sensacional), nada puede compararse al inmenso deleite de ir develando sus misterios conforme se lee. Y será cliché, pero no deja de ser cierto: siempre será mejor leer que ver la película.