[Por Cosmos02]
Artículo para la revista "Apuntes" que dirige Alejandro Quintero Sahagún
Con el tiempo, la anécdota de cómo nació el movimiento #YoSoy132 dirá que durante una visita a la Universidad Iberoamericana del candidato a la presidencia por el PRI, Enrique Peña Nieto, los estudiantes le preguntaron sobre su papel, al inicio de su gestión, en los sucesos en el pueblo de San Salvador Atenco. La apología a la represión ocurrida en ese lugar hecha por el candidato habría encendido los ánimos de los estudiantes presentes, al grado que rato después tendría que salir prácticamente huyendo por la puerta de atrás de esa casa de estudios. Luego vendría una desafortunada, para los priistas por supuesto, sucesión de acontecimientos que desembocaron en el movimiento estudiantil: Principalmente una tendenciosa cobertura del evento de diversos medios identificados como abiertamente favorables al candidato, en particular la televisión, pero también de medios impresos que ignoraron los acontecimientos o los minimizaron y la torpe reacción del líder del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, acusando que no se trataba de estudiantes sino de provocadores infiltrados. Luego vendría la respuesta en video, a través de Youtube, de 131 estudiantes mostrando su credencial, negando esas acusaciones y demandando apertura y equidad en los medios.
En una columna de opinión aparecida en el diario Reforma, una profesora de la misma Universidad Iberoamericana, informa que apenas unas semanas antes un buen número de estudiantes había participado en un coloquio sobre Derechos Humanos en donde el caso Atenco había sido ampliamente revisado por lo que, al momento de la visita del candidato, estaba fresco en la memoria (y en la indignación) de los estudiantes el gravísimo caso de Atenco del que se ufanó Enrique Peña Nieto, por lo que la reacción estudiantil no carecía de antecedentes inmediatos.
Sin embargo, si bien el chispazo del movimiento #YoSoy132 se dio en la Universidad Iberoamericana y sus valientes estudiantes, la verdad es que era sólo cuestión de tiempo para que algo surgiera a las calles, pues aún antes de que iniciaran las campañas, muchos sabíamos que algo bullía intensamente en las redes sociales bramando por salir de Internet.
Para exponerlo esquemáticamente, Twitter es una herramienta simple de entender y utilizar. Se pueden escribir mensajes de un máximo de 140 caracteres que llegan a aquellos que están inscritos a la lista de seguidores de quien emite el mensaje. Los mensajes pueden incluir ligas a sitios de internet, imágenes o videos. A su vez, cada quien puede escoger a quiénes va a seguir, uno o mil, según los gusto personales. Sin embargo, eso no impide que el usuario de esta red social puede leer lo que otros opinan sobre determinado tema ya que éstos se organizan en lo que se conoce como un “hashtag”, que es una etiqueta precedida por el símbolo #. Si alguien desea añadir su comentario al mismo tema, simplemente debe añadir la misma etiqueta. #YoSoy132 es el ”hashtag” del movimiento estudiantil. Finalmente, los hashtag más comentados generan lo que se conoce como un “Trending topic”. Si queremos saber qué es lo que más se discute en ese momento en la red simplemente revisamos la lista de los “trending topic”.
Facebook tiene otra estructura de organización y podemos resumirla también para los fines de este artículo. Se trata básicamente de compartir contenido con la lista de amigos que cada quien tiene. Si alguien genera algo interesante para los demás, sus amigos pueden compartirlo con sus respectivos amigos y de ese modo una idea, imagen o video puede llegar a un número muy grande de personas en poco tiempo.
Finalmente, Youtube es un sitio donde cualquiera (con los medios técnicos necesarios, por supuesto) puede subir videos que, a menos que se indique lo contrario, quedan disponibles a todo público. Salvo ciertas restricciones obvias, el contenido del video puede ser prácticamente cualquiera. Hay videos cuya audiencia puede hacer palidecer a las de muchos programas de televisión aun cuando no cuenten con ningún recurso de producción.
Hay otras redes, como la de los blogueros, pero las tres descritas son las principales redes sociales a través de las cuales los estudiantes del movimiento #YoSoy132 se han encontrado, compartido opiniones, organizado y salido a las calles rompiendo las barreras, ahora inexistentes, de su condición social y escuela de origen, para sacudir a una sociedad que, aparentemente, sólo atinaba a identificar su asco por la campaña y un candidato chatarra apuntalado por la televisión.
Desde hace meses que en esas redes sociales han corrido chistes, imágenes, información crítica, señalamientos duros que demostraban que un sector de la sociedad, el de los internautas, no tragaba de ningún modo la versión de que la televisión es la única que informa en este país. Se hicieron sumamente populares una serie de ideas atribuidas a la actriz Regina Orozco, aunque en las redes se han modificado, expandido, reeditado y relanzado en miles de versiones con diversos cambios al grado de que la autoría es más bien colectiva:
“No saber de qué murió su esposa asombra.
No conocer al menos 3 libros con sus autores preocupa.
Que su hija llame “bola de pendejos” y “prole” a los mexicanos, denigra.
Desconocer el salario mínimo vigente en México, inaudito.
Decir que no sabe el precio de la tortilla porque “no soy la señora de la casa”, es retrógrada y sexista.
Que no sepa leer ni pronunciar un texto en inglés y sólo exhiba su mala pronunciación al intentar hablarlo, vergonzoso.
Que sea un represor de las luchas sociales como el caso de Atenco es indignante y aberrante.
Que los mexicanos le crean y voten por él por ser carita, nadie lo puede creer.”
Podría afirmar que este incesante cruce de información horizontal en las redes sociales fue fecundando el sentimiento antiPeña que, a raíz del movimiento #YoSoy132 salió a las calles. Cualquiera que hubiera revisado lo que en éstas corrían, se habría dado cuenta que era cada vez más frecuente el número de voces que comenzaban a sugerir que esa información, esos puntos de vista expresado en frases tan ingeniosas como lapidarias, esas imágenes, esos cuadros comparativos entre candidatos, esos videos con todo tipo de contenidos tenían que ser conocidos más allá de Internet de manera urgente. Alguien tenía que llevarlo más allá de las pantallas y los teclados.
Pero había más elementos aún.
Todas las encuestas hechas en línea, desde las convocadas por medios de comunicación de cierto tamaño, hasta las independientes, los simulacros en campus universitarios, las amateurs de páginas web, todas, sin excepción, registran resultados distintos y contradictorios a las de las casas encuestadoras “profesionales”. Aun cuando el porcentaje de penetración de Internet en la sociedad mexicana apenas rebasa el 30%, la lógica indica que dicho porcentaje tendría que ser suficiente para reflejar a la sociedad entera de algún modo. Frente a las 1,500 casas encuestadas por GEA-ISA o Consulta Mitofsky podrían ponerse con todo derecho las del sitio Urna Abierta o incluso la amateur hecha por el videobloguero de humor Werevertumorro por dos razones muy sencillas: en ambos casos tienen un mecanismo que dificulta la posibilidad de votar más de una vez en su encuesta y porque en el primer caso han participado más de 60,000 personas y en el segundo más de 300,000. Una muestra aplastantemente superior a cualquier encuesta pagada por ningún medio de información.
La contradicción entre los resultados de estos sitios contra los de los medios tradicionales era otro sólido motivo, entre muchos más, para rechazar el sino de que la sociedad ya había decidido su voto a favor del PRI y despertado la sospecha de que en alguna parte alguien hace trampa. Gracias a Internet era fácil descubrir lo que en otras circunstancias no hubiéramos visto: miles y miles de personas (es difícil precisar cuántas) coinciden en el diagnóstico y opinan al respecto: la televisión miente.
No es difícil entender por qué son los estudiantes quienes tuvieron la capacidad de lograr el objetivo de “llevar las redes a las calles”, como se expresaba esta idea en Internet. Son las mismas que explican otras movilizaciones estudiantiles: son un sector sensible a la realidad que los circunda y a la que están a punto de insertarse como adultos, una realidad que no siempre les es grata y que parece de antemano negarles cualquier oportunidad de futuro; no tienen compromisos sociales consolidados (trabajo, hijos etcétera) y, por tanto, pueden arriesgar más y son, además, por su calidad de estudiantes, un segmento ilustrado con herramientas, información y capacidad de análisis para interpretar su contexto histórico y hacer propuestas. Si bien es cierto que la responsabilidad de la lucha y resistencia social frente al poder no debe caer exclusivamente sobre ellos, también es cierto que son un sector que por sus características le resulta natural participar (de ahí la frase “es una contradicción ser joven y no ser revolucionario”). A estos elementos debe sumarse las nuevas circunstancias tecnológicas: cuentan con una herramienta de comunicación múltiple, horizontal y abierta que no existía antes y a la cual son usuarios asiduos, adictos incluso en muchos casos. Son twitteros y facebookeros de corazón, nos guste a los padres o no, prefieren en muchos casos los videos de youtube a los programas de televisión y si la coyuntura les da motivos válidos para usar esas herramientas para transformar una realidad con la que no están conformes, no dudan en sumarse.
Es muy difícil escribir acerca de un fenómeno mientras éste ocurre y cuyo desarrollo y desenlace es casi impredecible. Si bien es cierto que el antecedente de otros movimientos estudiantiles nos enseña que se trata casi siempre de fenómenos coyunturales que se dispersan con la misma celeridad con la que se generan, también es cierto que Internet y las redes sociales introducen una variable en la ecuación que puede modificarlo todo. En otras palabras, después de la coyuntura, independientemente del desenlace de estas elecciones, los jóvenes del #YoSoy132 y la sociedad internauta en general, a diferencia de otros movimientos, seguirá comunicándose, debatiendo y organizándose con mayor o menor intensidad pero a través de vías que no se romperán fácilmente. Por ello se equivocan quienes piensan que el derrotero de este movimiento puede ser mediatizado por líderes con intereses personales, toda vez que, gracias a la tecnología, su futuro siempre será motivo de una indetenible ciber-discusión colectiva imposible de manipular.
Si en alguna parte de su fuero interno Peña Nieto soñaba con tentaciones diazordacistas una vez que ganara la presidencia, de ganar tendrá que dejarlas ahí, a menos que invente una manera de controlar a las redes sociales o, en la implementación de un estado totalitario, prohíba su uso, pues a través de éstas la sociedad que no cree en la televisión lo mantendrá permanentemente acotado y es posible que en muchas ocasiones con iniciativas nunca antes vistas.
De ahí la enorme preocupación de los gobiernos respecto a Internet que el año pasado expresaba Sarkozy. La existencia de una herramienta que se ha ido convirtiendo en una vía para la organización y lucha social amenaza el status quo, pero al mismo tiempo no puede cancelarse, limitarse o controlarse sin poner en riesgo el mismo desarrollo del sistema actual, lo cual representa un auténtico enigma para los gobiernos y centros de poder que le deben cuentas a la sociedad.
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