Cuento infernalmente celestial por Cosmos02
Miró sus manos, grandes, fuertes, escamosas y de uñas largas y puntiagudas. Cerró sus ojos y comenzó a soñar de nuevo: eran cientos de miles, tal vez millones, ni él mismo lo sabía ya, suficientes para cubrir de sombras la tierra y los mares. Pero eran mitad y mitad de cuantos existían; los ejércitos estaban equilibrados. El ataque no fue sorpresivo, él lo sabía, lo esperaba, lo había planeado y al mismo tiempo estaba listo para recibirlo y rechazarlo, para vencer, para no ser derrotado. Eran dos enemigos que habían establecido la cita, el lugar del encuentro, las reglas y hasta al vencedor. Pero él ahora estaba ahí, derrotado. Algo salió mal, el orden estaba roto, un juramento no había sido respetado, alguien había cometido, y otro sufrido, una traición. El destino de la primera revolución marcaría la de todas las demás, terrestres o celestiales. Tal vez ése era el orden, la regla, el necesario resultado final. ¿Cómo saberlo?
Formaciones de ángeles en ascenso, en vuelo de cuarenta y cinco grados, van al encuentro de frente contra ángeles en descenso a toda velocidad, a través de nubes cada vez más oscuras, tridentes en mano, espadas flamígeras, yelmos dorados unos, rojos torsos desnudos los otros porque habían renunciado a los escudos, querían distinguirse de sus enemigos y hasta rostros nuevos se habían creado, inventando su propio concepto de lo bello. Los que descienden visten sandalias, los que ascienden han desarrollado garras y no tienen calzado que sirva. Unos gritan “libertad”, otros “teman la ira de Dios”. ¿Quién tiene más convicción? ¿Quién está equivocado? ¿Quién defiende la causa justa?
El choque fue un estruendo cósmico que sigue vibrando en los confines del universo, expandiéndolo todavía. De ambas partes cayeron muchos al vacío, partidos en dos o aún atravesados por el arma enemiga. De no haber sido una guerra, la más violenta, la más definitiva de todas, el cielo hubiera sido una fiesta de luces, de resplandores que nacían con cada golpe de metales, con cada ángel quemado, con cada ala partida. El color de la sangre, mezclada con el amarillo de los rayos del sol, formará los tintes naranja que teñirán las nubes de todos los atardeceres y amaneceres por el resto de los tiempos.
El Diablo se llevó las manos a la cabeza como si fuera a despertar. Sintió y caminó con los dedos los cuernos que partían de la frente y se curvaban, rugosos, hasta hacer un rizo completo sobre su cabeza. Se reacomodó sobre su lecho, respiró profundo y se entregó otra vez al sueño, invocándolo, guiándolo, repasándolo para encontrar respuestas.
Ascendía y descendía triunfante entre sus huestes, repartiendo destrozos entre el enemigo al señalarlo con el índice. Tomaría su lugar, el que le pertenece, el que ha ocupado y el que le espera en lo alto del cielo. En el futuro, entre los hombres no habría dolor, no pruebas, no odios, culpas ni venganza, se acabarían las muertes que no fueran naturales. El pez grande cuidaría del chico y las fieras serían mansas como conejos. El hombre amaría, respetaría y apoyaría a los de su especie. Había imaginado un mundo tal como lo había creado: para todos, de manos estrechadas, comprensión y preocupación por la enfermedad y el infortunio casual. Crearía un manantial para la vida, basto, suficiente para que nadie arrebatara frutos a otros. Él mismo se encargaría de hacer sufrir a los tiranos si ya los hubiese, los asesinos reventarían desde dentro y el libre albedrío de los humanos estaría exacta, justamente correspondido por las consecuencias de todos sus actos. ¿Quién dijo que era al revés? ¿Quién escondió la verdad y le dio ese nombre a la mentira? ¿Quién sabría jamás que ésas eran las promesas y no otras? ¿Cuándo se transmutó el mal en el bien? ¿Quién reescribió la historia?
Se revolvió en el frío lecho de piedra, aún sin despertar, y vio en el sueño a su oponente. Dos magníficos guerreros en el inicio de todo, uno de túnica blanca, el otro de alas rojas. Las tropas se replegaron en el aire para que ambos se fundieran en un abrazo brutal. La danza era vertiginosa, aún para los ojos de los ángeles. Un solo borrón rojo y blanco cruzó el cielo tres veces revolviendo todas las nubes, agitando las estrellas y llevándose consigo a todos los soldados caídos. El más pavoroso alarido, que era también gruñido de bestia, dos voces haciéndose eco y coro, fundiéndose en una sola, hirió los oídos de ángeles y demonios y Dios alzó sobre su cabeza, para lanzar hasta el fondo del abismo, el fardo que era el Diablo derrotado.
Los ángeles triunfantes se agruparon en torno a su líder cantando victoria, los humillados perdedores dejaron caer su cuerpo, sin ánimo ni orden, en picada. Un destello guirnalda pasó fugaz en los ojos de Dios.
El Diablo despertó pensando en los seres humanos, sus guerras, sus miserias, la muerte que se propinan, las armas que inventan, la maldad, el egoísmo, su vocación por la mentira y toda la ruindad que los rodea: El hambre, las enfermedades, el dolor y el desamor, la hipocresía y el cinismo, la desesperanza diaria. Se estremeció ligeramente al recordar su derrota y vio a su alrededor los muros húmedos y mohosos que lo apresaban en una pequeña celda desde hace una eternidad. A pesar de la oscuridad, distinguió al pie de su cama a un ángel que le habló:
- ¿Es ahora todo claro?
- Está claro, lo ha estado siempre –respondió con calma, sin emoción.
- Ahora que sabes que perdiste, dime quién eres y no insistas en mentir –dijo el ángel.
- Soy Dios
- Duerme –ordenó suavemente el ángel.
Miró sus manos, grandes, fuertes, escamosas y de uñas largas y puntiagudas. Cerró sus ojos y comenzó a soñar de nuevo.
5 comentarios:
Bro: a mi se me hace que acababas de leer "El Evangelio según Jesucristo", el capítulo de la conversación en la balsa entre Dios y el Diablo y se te ocurrió el cuento. ¿A poco no? confiesa anda.
La verdad Bro, andaba haciendo ejercicios del taller literario al que fuí y, más bien, creo que acababa de leer un cómic de superhéroes...je,je,je... Un abrazo.
Por cierto, esa conversación entre Dios y el Diablo de "El evangelio" es genial, realmente muy bueno. Los argumentos del Diablo, de lo mejor, pero la respuesta de Dios...bueno, es Dios, (se supone que) se le perdona.
Pero en mi cuento el planteamiento es distinto: ¿Y si todo este desmadre que traemos se debe a que, en algún momento, Dios perdió y quien gobierna arriba no es quien pensamos?
Ahí nomás la dejo pa'pensar.
Un abrazo.
Voy a poner un videito bro...permisito
Me gusto la cronica, felicidades... y coño, que chingona es la imaginación.
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