miércoles, 28 de julio de 2010
Flashforward (Recuerdos del futuro) de Robert J. Sawyer o cómo desperdiciar una buena premisa
[Por Cosmos 02]
En su “Ensayo sobre la ceguera”, José Saramago parte de una premisa radical: súbitamente todos quedan ciegos. Puestos los personajes en el tamiz de esa circunstancia terrible, Saramago separa, decanta, disecciona y analiza la naturaleza humana. Va desnudando y exhibiendo lo mejor y peor de todos nosotros, “ese algo sin nombre que habita en nuestro interior pero que define lo que somos”. (Saramago dixit).
En “Flashforward” (Recuerdos del futuro), Robert J. Sawyer parte de una premisa sumamente interesante. Durante un experimento en el acelerador de partículas del CERN en la frontera entre Francia y Suiza, toda la humanidad sufre un salto de su conciencia al futuro. Durante un minuto y cuarenta y tres segundos todas las personas se meten al yo que serán dentro de veintiún años y verán, olerán, sentirán y dirán lo que su yo del futuro vea, huela, sienta y diga sin que puedan intervenir al respecto. Al final del experimento regresarán al presente con una breve, brevísima probadita de lo que les depara el futuro.
Los efectos por supuesto son devastadores porque en el presente todos caen en una inconciencia momentánea, por lo que los accidentes de todo tipo multiplican las muertes en todo el planeta por millones. Desde quienes se queman con el café que estaban enfriando hasta quienes van manejando autos que se estrellan o atropellan personas. Los aviones que van despegando o aterrizando pierden el control, trabajadores operando máquinas sufren amputaciones y un sinfín de tragedias de todo tipo se suceden por todo el mundo. Por supuesto que aquella mitad del mundo que se encontraba dormida es la que menos efectos sufren y, si acaso, tienen sueños muy extraños.
Si bien es cierto que todos los escritores tienen el derecho y la libertad de escribir lo que se les venga en gana (o al menos eso suponemos) y no están bajo ninguna circunstancia obligados a develar siempre la naturaleza humana o derivar de sus historias ninguna verdad universal y profunda, también es cierto que si se va a poner una premisa que afecta a toda la humanidad y se van a bosquejar algunas consecuencias, como el autor realmente hace, entonces la lógica de su propia historia debería haberlo llevado a pensar un poco más profundamente todo lo que un pequeño atisbo al futuro puede desencadenar.
Y es que las consecuencias que presenta el autor de ese suceso son limitadas y, en la mayoría de los casos, ingenuas. Se dice, por ejemplo, que algunos países se apresuran a patentar ideas de inventos que algunos vieron en el futuro, cosa que obliga a cambiar las leyes sobre patentes. También nos dice que dentro de veintiún años el yen japonés estará fuertemente devaluado respecto al dólar, lo que provoca en el presente una venta masiva de la divisa, apresurando y ahondando la crisis de ese país (lo cual es de risa, y de mala leche viniendo de un autor norteamericano, dado el déficit de la economía norteamericana y considerando que su principal acreedora es la economía asiática). Por otra parte, el autor se sacude rápidamente la discusión místico-religiosa a que daría lugar esa premisa comentando rápidamente que Benedicto XVI declara las visiones del futuro compatibles con la iglesia y algo parecido dice de los musulmanes. Anuncia también que Pepsi ganará finalmente la guerra de las colas y que Bill Gates perderá su fortuna cuando se derrumbe el valor de las acciones de Microsoft.
¿Luego? Luego se pierde básicamente en dos historias, la del científico que no tuvo visiones porque dentro de veintiún años estará muerto y que otros le dirán que es así porque será asesinado días antes, por lo que dedicará su vida a resolver el misterio de su muerte y el del otro científico, hijo de padres divorciados, que descubre con horror que su pareja del futuro no será su prometida actual, por lo que vivirá la pesadilla de su propio divorcio. Es decir, el autor pierde la oportunidad de aprovechar una magnífica premisa para un dramita de serie de televisión norteamericana tipo CSI y Sisters & Brothers mezclados.
Claro que durante una buena parte de la novela da lugar a la discusión, desde el punto de vista físico, de si el futuro está fijo y predeterminado en el transcurrir del tiempo o si de verdad contamos con el libre albedrío necesario para cambiarlo.
Y decía más arriba que es una historia ingenua porque una vez que Lloyd Simcoe, el científico responsable del experimento le dice al mundo que éste fue el responsable del salto de la conciencia al futuro y luego va a la ONU a proponerle a las naciones que se repita para echar un segundo vistazo, encuentra que todo mundo está de acuerdo sin más. No hay la férrea oposición de otros científicos que sabrían de la locura de un experimento que puede afectar a todo el mundo sin el conocimiento exacto de todas las variables involucradas. Tampoco hay mucho respecto a los debates que sobre el tema deberían darse entre filósofos, historiadores, catedráticos de todo tipo. No nos dice ni media palabra sobre lo que los militares intentarían sacar de esto para sus fines, lo mismo que los gobiernos, totalitarios o no. Al contrario, resulta que el acelerador de partículas del CERN sigue trabajando como si nada, cuando en realidad, de menos, la OTAN (o quienes lleguen primero), tomarían las instalaciones bajo su control en lo que deciden qué hacer mientras otros países comienzan a desarrollar sus propias teorías y experimentos al respecto.
El autor, en cambio, parece muy a gusto describiendo la física de las partículas y subpartículas atómicas, cómo es y cómo funciona el acelerador, qué otros tipos de experimentos suelen hacerse con él y otros elementos que serán la delicia de los físicos sin duda.
En lo que sí patina a más no poder es en el final, más fumado que el “2001 Odisea del espacio” de Arthur C. Clarke, con un nuevo atisbo al futuro, pero no les digo a dónde.
En fin, es una novela interesante, para un par de tardes de lectura, con una premisa magnífica, pero absolutamente desaprovechada para una historia banal y simple cuando podría haber servido de base para darle un repasón sensacional a la historia de la humanidad, sobre todo a su historia futura sólo tendiendo hilos entre lo que conocemos en la actualidad y lo poco que nos daría un minuto cuarenta y tres segundos en el futuro. Eso sí la hubiera convertido en una novela como pocas.
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3 comentarios:
Bro: resulta que hicieron serie de este libro mira:
http://es.wikipedia.org/wiki/FlashForward_%28serie_de_televisi%C3%B3n%29
Pero fue cancelada por baja audiencia, me recordaste otra serie que se llamaba "Pushing daises" o algo asi que también tenía una premisa interesante: el protagonista tiene el don de revivir a los muertos por un minuto con sólo tocarlos, antes de ese minuto los tiene que volver a tocar para matarlos de nuevo; si no lo hace el muerto sigue viviendo pero otra persona muere al instante en su lugar. Un policia al ver el don decide asociarse con el para resolver casos ya que, obviamente, es tan sencillo como revivir a la víctima y preguntarle quien y porque lo mato. En fin, como siempre dices: comentario que se vuelve post del post.
Un abrazo.
Bro:
Supe que había una serie que se llamaba "Flashforward" precisamente cuándo leí el encabezado de una noticia de que la iban a sacar del aire porque era un proyecto fallido.
Lo único que digo es que si se va a desarrollar una historia con una premisa equis, el autor está más o menos obligado a llevar a sus últimas consecuencias. Es como si hicieran una película sobre el mundo después de una guerra atómica y salieran con que la vida sigue como antes y la radiación no tiene nada que ver, por decir algún ejemplo.
Y de la serie que dices ¿Qué pasó? ¿La quitaron?
Un abrazo.
La quitaron también bro, a mi me parecía también buena premisa que no supieron explotar. Igual es por eso también que vemos ahora tanto refrito tanto en películas como en series de tv.
Saludotes.
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