[Por Cosmos02]
La anciana logró levantarse de su posición en cuclillas sólo con un leve gemido, producto del esfuerzo con la espalda, después apisonar la tierra en torno a una planta. Ya de pie puso las manos en jarra y miró orgullosa su huerto. Este sería un buen mes, sin duda. Del lado izquierdo, las dos filas de hojas verdes que sobresalían de la tierra le decían que en una semana, a lo sumo semana y media, podría levantar las zanahorias. Al centro, las lechugas romanas y las coliflores competían en salud y crecimiento. A la derecha, a ras del piso, los rábanos también estarían listos muy pronto, mientras que en el muro de ese lado se levantaban, como escalones, los distintos niveles de tubos donde por fin había conseguido cultivar con hidroponía pimientos y brócoli que tantas pruebas y errores le habían costado.
Como siempre, lo levantado se dividiría en tres: para vender, para cambiar y para comer. Hizo un rápido cálculo mental de las cantidades que significaría cada parte.
Rodeó el área del huerto por atrás del muro de la derecha donde había unas gavetas metálicas. Abrió la que estaba a media altura y deslizó hacia afuera un bulto de papel aluminio que pesaba quince kilos, dejándolo caer al piso. Se quitó los guantes de plástico y los metió en la bolsa izquierda de su delantal a cuadros, mientras que de la bolsa derecha sacaba unas tijeras con las que cortó la boca de la bolsa de aluminio. Se ajustó la visera y los anteojos, metió la mano al bulto y sacó un puñado de arenilla compuesta de cereales, tortas oleaginosas, proteínas de origen animal, subproductos de molinería, o sea deshechos de maíz, aminoácidos sintéticos, minerales, vitaminas, antioxidantes, grasa de origen vegetal y conservadores y lo echó un una vasija que estaba en el suelo, sacó más producto de la bolsa hasta casi llenar la vasija, luego camino hasta el final del muro donde unas gallinas en unas jaulas de malla la miraban expectantes esperando el alimento. “A ti y a ti las voy a cambiar por un guajolote a doña Julia, para preparar pavo esta navidad”, pensó la mujer mientras veía a dos gallinas aún de mediano tamaño. Metió la vasija que las gallinas rodearon velozmente para comer ávidas. Luego abrió la puerta de una caja metálica que estaba junto a las jaulas. En su interior había una pantalla touchscreen con áreas y rótulos de colores, la pulsó tres veces y con ello ajustó el suministro de agua, tanto para el huerto como para las aves de la jaula. Después rodeo las jaulas hasta llegar a un balcón y ahí se dio el lujo de suspirar contenta mientras contemplaba el paisaje.
No le gustaba mirar hacia abajo, le daba vértigo los más de 350 metros de altura del balcón, desde donde apenas y se alcanzaban a ver los vehículos que se movían abajo en la calle. Pero sí podía mirar hacia el frente, donde se apreciaban claramente las plataformas de cultivo de sus vecinos que se hallaban un poco más abajo, la mayoría de ellos áridos y abandonados. Por las extrañas formas de las estructuras que las sostenían, cada tanto de tierra parecía estar flotando en el aire. Luego miró a un lado y a otro, su vecina más cercana también tenía un huerto exitoso y era otra de las pocas familias afortunadas que comían algo más que los envoltorios sintéticos que llegaban a todas las viviendas.
Luego miró al cielo. El gigantesco domo que cubría ese complejo de edificios no era perfectamente traslúcido, pues también debía capturar fotones para producir electricidad, dándole al sol siempre un tono marrón claro al mediodía y de una melancólica y grisácea oscuridad tan pronto comenzaba a atardecer y antes de que entrara en funcionamiento la iluminación automática de los cientos de millones de leds incorporados en su superficie.
A lo lejos, fuera del domo, apenas perceptibles como el lento movimiento de un rio de lodo, filas oscuras serpenteaban en el horizonte. Millones de personas sin ánimo ni esperanza se desplazaban desde el sur sin destino cierto entre una bruma sucia y sofocante. Fingían ignorar al domo y su contenido, pues cualquier movimiento, cualquier dedo señalando, cualquier mirada hacia él, podía ser interpretado como un gesto hostil por los infalibles sistemas láser del exterior del domo, que reaccionarían fulminando al responsable en una fracción de segundo. Podrían incluso hacer lo mismo con todos los que pasaran cerca de él si un día fuera necesario.
7 comentarios:
Nomás pa que tenga comentarios Bro. Solidario que es uno.
Muchas gracias por tu solidaridad Bro ¿Qué harían mis post sin tí? Je, je. ¿Te mando otro este fin? Digo, no le hace que sólo tu los leas, igual te los mando con mucho gusto...
Si mándamelo Bro, sirve que le metemos presión al dueño de este blog que ya no escribe ni ma....
orale! esta historia me dejó literalmente como este emoticono :O
Me pareció muy interesante, aunque aún sigo pensando si de verdad entendí todo lo que quería decir, y por ello me gustó más.
Quisiera comentar un detalle, meramente constructivo, en el tercer párrafo, sexto renglón, dice así:
"Se ajustó la víscera y los anteojos,..."
la palabra víscera se refiere a un órgano contenido en una cavidad corporal (de acuerdo con el diccionario), y dudo que la anciana se ajustara las entrañas.
En cambio, la palabra "visera" (sin acento y sin c) es el ala delantera de las gorras que sirve para resguardar la vista, y esta sí la pudo ajustar...
En fin, es un simple detalle que llamó mi atención y consideré importante :D
Casiopea:
Es un detalle muuuuuy importante, muchas gracias. Por supuesto que ésa es la visera a la que nos referimos, pero eso pasa por revisar el texto con las vísceras.
Qué bueno que te gustó y sí, sí lo entendiste.
Saludos.
Mañanita sin falta corrigo el pequeño error de confundir las entrañas con las gorras jejeje
Listo, cambiado "víscera" por "visera" gracias Casiopea : )
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