miércoles, 19 de enero de 2011

El sueño del Celta

[Por Cosmos02]



Al maestro, y recién premiado con el nobel de literatura, Mario Vargas Llosa se le dan bien las novelas históricas. Lo pudimos comprobar con “El paraíso en la otra esquina”, “La fiesta del chivo” y “La guerra del fin del mundo”, entre otras, y corroborar otra vez con su último libro “El sueño del celta”.

La historia sigue a Roger Casement, un irlandés que de niño soñaba con las aventuras de los exploradores europeos que se internaban en el África y que, en los años siguientes, acompañó a uno de esos mismos aventureros abriendo camino hacia las tribus, convencido de que la colonización llevaría consigo las ventajas de la civilización europea: comercio, salud, educación y religión. Idealista incorregible, Casement sirvió como diplomático para la “Foreign Office” del gobierno Inglés y pasó más de 20 años de su vida en África antes de que le encarguen realizar el primer informe oficial (por parte de su gobierno) sobre la situación de las tribus africanas del Congo donde se explota el caucho a raíz de insistentes denuncias de periodistas y activistas diversos. Es entonces cuando Roger Casement da puntual, detallada y extensa cuenta de cómo se las gastaban los belgas con las tribus para extraer el caucho. La situación no le era del todo desconocida para el entonces diplomático del gobierno inglés, pero en aras de realizar su trabajo escrupulosamente hace un recorrido que le permite conocer de cerca los horrores que son capaces de cometer los civilizados con tal de extraer las riquezas del árbol del caucho: tribus enteras convertidas en esclavos y aterrorizadas con el cepo, el látigo y las mutilaciones. Miles de hombres, mujeres y niños semimuertos de hambre pero acarreando el preciado caucho a las empresas europeas para beneficio del entonces rey belga Leopoldo II.

El informe de Casement fue dinamita pura para la opinión pública de la época, por lo que, tiempo después, el gobierno inglés le hace un segundo encargo similar: informar de la situación de los indios en el Putumayo, en la amazonia peruana donde una compañía inglesa, dueña absoluta del lugar, también explota el caucho. Y ahí, de nuevo, Roger Casement, con objetividad, vuelve a corroborar los mecanismos depredadores e insaciables de las empresas extranjeras: miles de indios mutilados, marcados con el fuete, embrutecidos de hambre y trabajo y aterrorizados para que extraigan más y más caucho a un costo ínfimo para satisfacer las necesidades del mercado de los países industrializados de principio de siglo XX, ávidos de producir neumáticos (y otros productos) para más y más automóviles, así sea a costa de extinguir a los habitantes naturales de la región.

Todo lo cual me remite la memoria a aquella parte donde Carlos Marx, palabras más palabras menos, dice que el capitalismo llegó al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies. Trátese de los españoles tras el oro y la plata de la recién descubierta América, del caucho del Putumayo y del Congo Belga que en su tiempo reportó Roger Casement, de la guerra de Estados Unidos contra Iraq por su petróleo, el trabajo casi esclavo en las fábricas de Shenzhen, en China o las maquiladores en Filipinas, el principio activo es el mismo: se trata de acumular riqueza lo más rápida y abundantemente posible independientemente de los efectos que tengan sus actos sobre las personas o el entorno natural.

El asunto es sabido, por supuesto, y exhibido hasta la saciedad sin que estas denuncias tengan siempre efectos profundos sobre la situación denunciada. A veces quedan sólo como material testimonial. Hasta la producción de la serie Los Simpons ha sido denunciada por usar trabajo infantil en la célebre entrada de Bansky:



Pero volviendo a la novela, esta experiencia casi enloquecedora para Casement lo convierte, más bien, en un radical por la independencia de su país, Irlanda, colonizada por el imperio Británico, al grado de que, independientemente de que la corona lo nombra Sir y lo llena de honores por los servicios prestados por sus informes, comienza a involucrarse activamente en el movimiento armado irlandés.

Contada sobre dos líneas narrativas que convergen al final (su presente en la cárcel, en espera del cadalso, y su pasado como cónsul inglés recorriendo África y la Amazonia), la novela va hundiéndonos en el pesimismo del implacable destino de Roger Casement. Convencido de que debe aprovechar la coyuntura de la primera guerra mundial para liberar Irlanda, comenzará a negociar con Alemania dos cosas; suministro de armas para los independentistas irlandeses y el ataque de ejército del Káiser sobre puestos claves de Inglaterra de modo que le ofrezca ventajas tácticas a los combatientes irlandeses, cosa que Alemania nunca hace, pero que le da en automático razones al gobierno Inglés para acusarlo de alta traición cuando lo apresan, además de que aprovechan su homosexualidad para destruir su reputación, de manera similar cómo lo hicieron con Oscar Wilde, presentándolo como un monstruo de perversión ante una sociedad homófoba y conservadora.

Parece cruel de mi parte contarles el final de este espléndido libro, sin embargo, quien lo lea, descubrirá fácilmente que éste no es ninguna sorpresa. Desde las primeras cien páginas ya sabemos qué será del utopista Roger Casement, lo cual le añade al libro cierta dosis deprimente, por lo que el verdadero platillo de su lectura estriba en conocer los vericuetos de su vida que lo llevan al punto de su muerte en la horca: los equívocos, las ideas y convicciones, las decisiones, las fuerzas históricas, las traiciones y lealtades a su alrededor, las causas y azares que conducen a un individuo tan profundamente comprometido con sus ideas como el irlandés de esta historia.

Ya me extendí mucho con este post, pero quisiera concluir con dos comentarios. El primero es que leí a alguien en Facebook decir que si hubiera leído este libro sin saber quién era el autor, jamás hubiera adivinado que lo había escrito Vargas Llosa, porque las ideas contenidas en él no parecen poder ser escritas por ese pro-neoliberal y reaccionario que es el premio nobel. Yo creo que no es así, que no hay contradicción y que es perfectamente lógico que Don Mario Vargas Llosa haya escrito esta novela a pesar de su (muy debatible) ideario anti-izquierdista. Me parece que independientemente de lo que Vargas Llosa opine de los gobernantes y países actuales, respeta suficientemente la Historia (con mayúscula) para contarla, novelada, como es, sin concesiones, simpatías o antipatías gratuitas por personajes o ideologías del tiempo del que escribe. Mario Vargas Llosa es un gran escritor.

Lo segundo es que me sorprendió mucho el pobre texto de la contraportada de la edición de Alfaguara para un libro de un premio nobel. ¿Qué presentación es ésta de escribir “La aventura que narra esta novela empieza en el Congo en 1903 y termina en una cárcel de Londres, una mañana de 1916.”? ¿De verdad está eso a la altura del libro? No sé, eso y el texto que le sigue los veo por debajo de otros de esa misma casa editorial.

Como sea, me parece que es un libro de lectura imprescindible.

3 comentarios:

cosmos02 dijo...

Bro:

Sólo para comentarte que me encontré con estas dos notas:

http://www.diarioti.com/gate/n.php?id=28571

http://www.ipe.org.cn/En/about/notice_de.aspx?id=9684

Un abrazo.

El Agus dijo...

Las checo Bro, estoy en el aypo. Son sobre el libro me imagino.

cosmos02 dijo...

Nopi, son sobre fábricas a las que se les acusa de tener condiciones laborales inaceptables. Tan interesantes pues.

Un abrazo.