Por si te perdiste las partes anteriores:
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La Contraseña II
La Contraseña III
La Contraseña IV
La Contraseña V
La Contraseña VI
La Contraseña VII
La Contraseña VIII
La Contraseña IX
La Contraseña X
La Contraseña XI
La Contraseña XII
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La Contraseña XIV
La Contraseña XV
La Contraseña XVI
VI
El disco
Primera parte
Subimos al auto de mi padre. Desde mi departamento no le tomó mucho tiempo llegar al eje uno poniente rumbo a circuito interior. A ratos el tráfico iba a vuelta de rueda y luego parecía despejarse, por lo que llevábamos buen ritmo. Iba en silencio y si no fuera porque al mirarlo de reojo me parecía que cavilaba, hubiera creído que mi presencia lo molestaba. Sin embargo, sabía que no era así, más bien me ignoraba. Yo en realidad no sabía si reiniciar la conversación haciendo un comentario sobre el tema o cualquier otro, pero cuando estuve a punto de intentarlo, habló.
- Veamos –dijo mi padre- Kuzmanovski participó en una demanda antimonopolio de la Unión Europea contra Microsoft.
- Así es, como asesor de los comisionados de competencia. Por eso te digo que es de notar que iba a reunirse con Ethan Campbell, empleado de Microsoft. El asunto cuadra ¿no?
- Sí, por supuesto Carlos. ¿Qué más hay de Kuzmanovski que ahora te parezca relevante?
- Bueno, a reserva de confirmar los datos, también ha asesorado a empresas que han sido demandadas por Microsoft. Es decir, siempre aparece como enemigo de la empresa. Un caso muy relevante son las demandas de Microsoft contra algunas empresas que desarrollan software libre, pero tendría que contextualizarte sobre ello ¿Te lo cuento?
- No tardamos mucho en llegar Carlos, céntrate en Kuzmanovski.
En ese momento ya había dado vuelta en circuito interior y tomado por Avenida Universidad.
- A ver, veamos, me la pones difícil. Quieres que te hable de Kuzmanovski sin contextualizar. Te lo voy a simplificar así: la amenaza comercial más grande para Microsoft no es otra empresa, ni siquiera tan grande e importante como lo es Google en Internet, con la que tampoco ha podido por cierto, sino el software libre, la antítesis del software propietario. El sistema operativo por excelencia del software libre se llama GNU/Linux, aunque muchos lo conocen sólo como Linux a secas. Durante años, Microsoft apoyó a una empresa llamada Santa Cruz Operation quien a su vez demandó a empresas como Chrysler e IBM por usar el sistema operativo Linux, acusándolas de plagio. A través de Santa Cruz Operation, Microsoft quería deshacerse de esa amenaza para su monopolio y uno de los abogados más destacados en la defensa de Linux, en esa y otras ocasiones, es Víctor Kuzmanovski otra vez. Entiendo que sus servicios eran para IBM y Chrysler, simultáneamente. Tendría que contarte diversos detalles para que quede claro, lo cierto es que la constante es que Víctor Kuzmanovski interviene en las demandas de la Unión Europea contra Microsoft y defiende, también en Europa, a las empresas de software libre que son demandadas por Microsoft u otras empresas por cuenta de ellos. Eso le ha dado cierta celebridad al tipo. Hasta donde me acuerdo, en la conferencia donde lo vi, contó que es polaco y que sus inicios fue como abogado de una pequeña empresa alemana a la que Santa Cruz Operation había enviado una amenaza de demanda por usar Linux y fue la primera vez que intervino contra ellos. A partir de ahí se especializó en el tema hasta la fecha. Esa es más o menos su historia, a reserva de buscar más información. Por tanto, lo único que se me ocurre de ese disco es que es una prueba contra Microsoft en alguna de sus muchas demandas, así de obvio. ¿Tienes alguna pregunta?
Para entonces ya habíamos doblamos por Miguel Ángel de Quevedo y luego hacia la plaza de Santa Catarina, luego dio un par de vueltas por estrechas calles de Coyoacán hasta llegar a una casa con fachada de cantera y un gran portón de madera, en cuyo frente se comenzó a estacionar.
- No hay tiempo ya.
- Está bien –respondí- como sea, va a ser muy interesante conocer a Víctor Kuzmanovski.
- Te debo una disculpa Carlos.
Sentí que el corazón se me aceleró de repente. Estábamos bajando del coche y expectante esperé a que continuara. Parecía que al fin reconocería viejos errores.
- Es claro que tienes suficiente información para estar aquí, te has ganado ese derecho –dijo sin cambiar el tono de voz, por lo que concluí que el pasado tal vez no le importaba, sino sólo su caso, como fuera, yo estaba satisfecho y muy emocionado, un día tan rutinario como cualquier otro se había convertido en uno excepcional, independientemente de cómo terminara-.
- Sí, no te preocupes Daniel. ¿Sabes que es mucho más interesante que Víctor Kuzmanovski?
- ¿Qué?
- La razón por la que está aquí, el disco de Julieta Díaz ¿podemos preguntarle qué contiene Daniel?
- No lo creo Carlos, no lo creo.
- Lástima, de verdad me gustaría saber que hay en ese disco, me gustaría mucho. Hasta le diría: “Quid pro quo Clarice”, al fin que ya me funcionó una vez.
Mi padre sonrió ligeramente, se paró junto al portón y tocó el timbre del interfono. Nunca se me había ocurrido imaginarme la casa de William Baskerville, jefe de mi papá, pero al verla me pareció la entrada a un castillo lúgubre. Tampoco se me había ocurrido pensar en cómo luciría este inglés al que apenas y había visto alguna vez cuando era niño pero, por la impresión que de cerca me dio ese portón de madera ennegrecida y oxidados remates metálicos, me pareció que no se distinguiría mucho de Drácula. Seguramente tendría una capa negra de cuello alto sobre una camisa blanca con moño al cuello y avanzaría sobre el piso sin que se notaran sus pasos, cubiertos por una neblina gris. Al vernos extendería hacia nosotros sus uñas largas y negras al tiempo que mostraría sus filosos colmillos, ansiosos y sedientos, dispuesto a chuparnos la sangre.
- ¿Qué te divierte? -preguntó intrigado mi padre al verme, reventando mi imaginación como a un globlo-.
- Nada -contesté sin dejar de mirar la casa-. Oye ¿cómo está eso de que te corrieron en el trabajo y aun así venimos a casa de tu jefe a hablar de tu caso?
- Te dije que no importa Carlos –Respondió mi padre-
La entrada estaba en el recodo de una calle empedrada tan angosta que tuvo que estacionar el auto en la banqueta, frente al portón, para no bloquear el paso de otros autos. Las casas aledañas tenían un estilo similar de casa antigua con ventanas de arco y pesadas protecciones, pero al menos iluminaban sus entradas con arbotantes, en contraste con la penumbra en la que nos encontrábamos al tocar el timbre.
Nos abrió un hombre delgado al que apenas y pude distinguir su silueta. Tan pronto vio a mi padre le extendió la mano al tiempo que se saludaban con sus nombres: “Detective Franco, nos vemos de nuevo”, “Sr. Joaquín”, “Pasen”, dijo señalando una puerta al final de un pequeño camino de piedras a través de un jardín que rodeaba la casa y que se adivinaba abandonado aún en la oscuridad. Mientras avanzamos hacia el interior, el hombre volvió a una pequeña construcción unida a la parte interna del muro de la fachada de donde salía la débil luz de un foco amarillo. Un aroma a hierba húmeda y hojas podridas invadía el espacio y la maleza que crecía sin control entre las piedras nos hacía mirar al piso y caminar levantando de más las rodillas. Al patrón de mi papá le urgía contratar un jardinero. Unos metros más adelante, llegamos a una puerta de madera y cristal que también lucía desgastada. Mi padre tomo el asa de la cerradura y abrió el cerrojo haciendo palanca con el pulgar. Era evidente que estábamos frente al pasillo central de la casa, pero todo estaba sumido en la negrura, por lo que sólo nos quedaba pasar a la sala que se extendía a nuestra derecha, de donde venía la tenue luz de un par de lámparas de piso y el de una televisión gigante de LCD montada sobre un moderno centro de entretenimiento, con soportes de aluminio a los costados sobre los que estaban las bocinas principales de un home teather. “Vaya, al tipo le gusta divertirse”, pensé mientras me acercaba viendo sus lujosos reproductores de video, receptores digitales y demás accesorios. Frente a la televisión, en un sillón reclinable, estaba William Baskerville, un anciano en pijama y pantuflas con un control remoto en la mano. Al menos no daba el tipo de vampiro sacasangre. Al escucharnos apagó la televisión, apretó algunos botones con los que comenzamos a escuchar música clásica, giró el torso para alcanzar a vernos desde su posición y con la palma nos señaló el sofá de una mullida y blanca sala que encuadraba el espacio frente a los aparatos.
Daniel Franco se acercó a saludarlo y el viejo tomó su mano entre las suyas, estrechándolas con mucho afecto. Hizo lo mismo conmigo mientras me sonreía con amabilidad. Una vez sentados, nos miró alternadamente por un segundo y volvió a sonreír bonachonamente.
- Veo querido Daniel que trajiste a tu hijo. En un momento me dirás por qué, primero quiero decirte que sé lo de la agencia.
- ¿Ya se enteró del problema que tuve con su hijo Guillermo? –preguntó mi padre.
- Sí, me enteré de lo sucedido.
- Espero que con todo detalle –insistió mi padre tímidamente- quisiera que al respecto no hubiera malos entendidos Míster William, pues la versión de Guillermo seguramente difiere de la mía.
- No te preocupes querido amigo, lo sé todo.
El viejo tomó el control remoto que estaba sobre el descansabrazos de su sillón, prendió la televisión y cambió algunos canales hasta que en la pantalla apareció la imagen convexa de un muro de cristal con un logo que de inmediato descubrí, por el nombre grabado, que era el de la agencia de detectives para la que trabajaba mi padre. Estaba tenuemente iluminada por una luz amarilla.
- La tecnología hace ahora maravillas viejo amigo. Quiero decirte que eres el primero en la agencia en saber de estas cámaras.
Mi padre dejó entrever una ligera sonrisa en su rostro adusto al reconocer el lugar al tiempo que la pantalla de la televisión brincaba de escena mostrando distintas áreas. Algunas estaban en completa oscuridad, otras con muy poca luz, hasta que llegó a una habitación blanca, en donde un sujeto rubio y feo sacaba una carpeta de un archivero metálico, veía en su interior y volvía a meterlo para abrir el siguiente.
- Creo que le ha dado la vuelta a esos expedientes varias veces. Parece que le gustan algunos casos o fotografías en particular, pero siempre los pierde y tiene que recorrer casi todo para encontrarlos de nuevo. –Dijo William Baskerville, pero con un gesto y tono de profunda tristeza. Apagó la televisión y se reacomodó en su sillón. – No te preocupes por él, yo me encargo. Ahora sí, te escucho. Me imagino que tienes una poderosa razón para haber involucrado a tu hijo en la búsqueda del norteamericano.
- Así es Míster William, el caso va más allá de Ethan Campbell y requería asesoría en informática, por lo que recurrí a Carlos. Espero no haberme equivocado al traerlo, pero lo juzgué necesario.
- Si te equivocaste o no eso lo sabremos al final Daniel –dijo el inglés poniéndose serio y posando sobre mi padre sus ojos azules- sólo te pido que a partir de ahora y aún después de cerrado el caso, tu hijo se comprometa a mantener discreción absoluta. Incluso firmando el contrato de confidencialidad si es necesario.
- Así será Míster William –contestó mi padre también endureciendo el rostro-
- Lo importante ahora son los avances que tengas, seguramente Víctor Kuzmanovski está a punto de llegar.
Se hicieron unos segundos de silencio y el anciano volvió a recobrar su sonrisa cordial.
- Ustedes perdonarán mi inhospitalidad querido Daniel, pero la mujer que me sirve se va al atardecer. El señor Joaquín ya sólo viene cada tercer día por si requiero salir, aunque hoy le pedí que me acompañara hasta mañana. Si necesitan algo, la cocina está al otro lado del pasillo, no creo que tengan dificultad en encontrar las luces.
- No se preocupe Míster William –respondió mi padre- no necesitamos nada.
Por supuesto que yo hubiera preferido buscar algo de tomar en la cocina y no hubiera estado mal ver si el inglés tenía una cava, pero iba a ser imposible levantarme del lado de mi padre, yo era un invitado de piedra y por lo mismo me imaginaba que ni siquiera iba a poder decir algo.
- En lo que llegan nuestros clientes Daniel, dime ¿exactamente qué ayuda informática buscabas? ¿Se trata de algo que ya no pudiste hacer en la oficina?
- En parte Míster William, pero también encontré… encontramos que Víctor Kuzmanovski, más que una reunión con Ethan Campbell, viene por un disco con información que iba a entregarle.
En el rostro del inglés se dibujó un gesto de satisfacción, mientras con la cabeza aprobaba el dato.
- Así es querido Daniel, Víctor Kuzmanovski viene por un disco.
- ¿Usted lo sabía Míster William? –Preguntó mi padre-
- Me lo dijo mi amigo Pierre Khan desde Inglaterra, pero cuando Kuzmanovski se negó a decirte el motivo de su cita, preferí guardar silencio. Si él te dio la encomienda de encontrar al norteamericano, entonces no había necesidad de decirte más. Pero veo que ahondaste en tus investigaciones, lo cual me complace.
En ese momento entró a la sala el tal señor Joaquín. Era fácil concluir que siendo mi padre cercano a Míster William y a la agencia, nos había mandado solos al interior de la casa, a riesgo de caernos en el jardín, pero tratándose de un distinguido cliente, lo había escoltado hasta el interior. En mi mente no pude evitar la escena de un mayordomo inglés anunciando con voz de barítono la llegada de un invitado, parado en firmes a un lado de una pesada cortina, con su chaleco a rayas negras y blancas, camisa blanca y moño al cuello, con saco de levita y señalando con la nariz el techo, pero la realidad era que el señor Joaquín traía pantalón y camisa de mezclilla y se limitó a decir “aquí es, pasen por favor”. Entró un hombre como de mi edad, entonces recordé que Kuzmanovski solía hacerse acompañar por un traductor en la conferencia donde lo vi por primera vez y lógicamente aquí lo requería igual que en Estados Unidos. Luego entró él, era de un tamaño impresionante. En aquella conferencia lo vi de lejos, sentado en el pódium de un auditorio, pero ahora a unos metros me pareció mucho más grande que entonces. Hubiera tenido un gran futuro como luchador enmascarado. Me acordé del Undertaker o algún otro luchador de la WWE que son unos auténticos mastodontes. Nos saludó a todos de mano sin decir nada. Su rostro me pareció algo hostil pero extraño, algo inexpresivo, pero no como mi padre, sino más bien vacío, como el de una máscara blanca de teatro, que impide acompañar con gestos las palabras. Miró a su alrededor sin disimular, se sentó lenta, pero aparatosamente, en el love seat de la sala, cuyo tamaño parecía insuficiente, y recargó su enorme humanidad sobre el dolorido sillón. Colocó los antebrazos sobre sus muslos y se mantuvo ahí, con los puños cerrados, mirando fijamente a mi padre, que había quedado en el sofá frente a él, como si fuera a tratarse de un debate mediado por el inglés desde su reclinable. El señor Joaquín trajo de la oscuridad de la casa una silla en la que se sentó el traductor cerca de su jefe. Míster William aprovechó la presencia de su empleado para pedir que le trajera agua y preguntó si alguien quería algo de beber. Para mi desgracia todos pidieron lo mismo que el inglés, incluido Kuzmanovski a través de su ayudante. Un whiskito no hubiera estado mal, pero ni modo de desentonar el ambiente por un simple antojo.
- El señor Kuzmanovski desea saber quién es él –dijo el traductor señalándome-
- Es mi hijo –contestó calmado mi padre-
El polaco comenzó a hablar rápidamente inclinándose ligeramente hacia su acompañante, las palabras eran absolutamente incomprensibles para mí, pero en el tono había la apariencia de un regaño. Cuando terminó, el traductor dijo:
- Dice mi jefe que ayer, al hablar con usted Míster William, le pidió eficiencia y discreción, por lo que no entendemos el por qué se involucró a más personas. El señor Kuzmanovski dice también que no es carnaval para traer familiares.
Míster William, que veía a todos desde su posición semireclinada, se enderezó en su lugar para hablar.
- Le ofrecí a Pierre y al señor Kuzmanovski que los apoyaría con mi mejor hombre y eso hice. Todo es cuestión de que muestren un poco de confianza.
Kuzmanovski parloteó de nuevo un rato largo frente al traductor, como si diera instrucciones adicionales. Al final, el traductor resopló y expuso:
- Con todo respeto Míster William, pensamos que el detective Daniel Franco no es la mejor opción. Nos parece… al señor Kuzmanovski le parece, que es demasiado viejo para realmente servirnos con eficiencia y ahora vemos que en vez de llegar con Ethan Campbell, se hace acompañar por esta persona.
Mi padre miraba la conversación entre el traductor y el inglés con gesto adusto, pero indiferente, como si no estuvieran hablando de él. Me pareció que la estrategia de no dejarse provocar era adecuada, pero en realidad no sabía si era una actitud planeada de mi padre o así era siempre con sus clientes. De cualquier modo admiraba su temple, pues no traslucía preocupación alguna ante quien parecía un sujeto inquietante.
- Estimados amigos –dijo conciliador Míster William-, el detective Daniel Franco es nuestro mejor hombre, estoy seguro que lo va a demostrar. Siempre ha sido el mejor sabueso de inf… -interrumpió la frase, para retomarla enseguida- …de Baskerville, puedo asegurárselos. Por su edad no se preocupen, está en un excelente estado físico y mental y de lo que exponga sobre sus indagaciones de hoy, ustedes valorarán su eficiencia y el porqué de la participación de su hijo. Sólo dejémoslo dar su informe.
El gigante nos miró unos instantes callado, con esa cara hostil que ya no me pareció tan inexpresiva, sino cada vez más intimidante. “Pobre de su mujer”, se me ocurrió pensar cuando habló de nuevo en voz baja.
- Exponga lo que trae detective –pidió el ayudante en un tono más sereno.
- Señor Kuzmanovski, el señor Ethan Campbell no llegó a su cita porque fue asesinado anteanoche en el lugar donde vivía con Julieta Díaz.
A pesar del tono calmado y sin afectaciones que había usado mi padre, como si hubiera dado un dato sin más importancia, el polaco reaccionó frunciendo aún más el ceño y haciendo una mueca de contrariedad que denotaba coraje. En esa posición y con ese gesto, aunados a su lujoso vestir, sus manos anilladas, la esclava en la muñeca izquierda y la cadena al cuello, ambas de oro y exageradamente ostentosas, que lo harían parecer rapero si no fuera por el traje, me hizo olvidarme de castillos vampíricos y mayordomos ingleses, para pensar más bien en algún matón de El Padrino, como el temible Luca Brasi o el leal Peter Clemenza, esperando la ocasión de sacar un arma y comenzar a echar balazos.
- ¿Quién fue? –dijo el traductor después de escuchar lo que Kuzmanovski decía en un tono prácticamente inaudible para nosotros mientras miraba al suelo.
- Fue una pandilla –contestó mi padre- su asesinato fue casual, por los elementos que tengo, podría afirmar que su muerte no tiene relación con el disco que busca.
El instante que tardó el ayudante en traducir fue eterno comparado con el que ocupó Kuzmanovski en reaccionar alzando la vista y clavando en mi padre una mirada tan fría que me estremeció. Ese gigante bien podría levantarse de su lugar para tomarnos del cuello y acabar con todos sin que pudiéramos impedírselo. Miré a mi padre quien, sin embargo, mantenía una actitud impasible, sosteniendo la mirada del matón de película, pero sin retarlo, sereno, y esperando por una nueva respuesta. Definitivamente mi padre se había convertido de nuevo en el héroe de mi infancia que tanto emulé en mis recreos escolares aunque sin conocerlo.
- ¿Cómo sabe que fue casual? –Dijo el traductor después de que el polaco hablara con voz ronca y apenas moviendo los labios- ¿Ya recuperó el disco?
- ¿Podrían haber matado a Campbell por ese disco? –Reviró mi padre-
- ¿Ya lo recuperó? –Insistió el traductor expresando con su propia voz la exasperación que comenzaba a denotar el polaco-
- Aún no –respondió lacónico mi padre- Respóndame, por favor.
Kuzmanovski se levantó de su lugar repentinamente, dio un paso hacia nosotros, se pasó la mano derecha por la cabeza, resopló y volvió a hablar recuperando el control. Yo brinqué en mi asiento. La intimidante presencia de ese tipo comenzaba a ponerme nervioso y de reojo, veía y admiraba la frialdad con la que mi padre se comportaba, como si estuviera acostumbrado a que la gente saliera así de sus casillas, repentinamente y amenazando con explotar.
- Efectivamente detective –tradujo textual el ayudante- Campbell pudo haber muerto por ese disco. Lamento lo sucedido al muchacho, no estaba en nuestras planes la muerte de nadie. Ahora dígame lo que sabe del disco.
- El disco lo tiene Julieta Díaz y está escondida.
- Necesito que lo recupere –volvió a decir textual el traductor- ¿Puede hacerlo?
- Eso depende Sr. Kuzmanovski –contestó mi padre mirándome fugazmente con un brillo singular. Por su mirada, podría jurar que sólo le faltó guiñarme un ojo-
- ¿Depende de qué? - El intercambio entre el traductor y el gigante había sido muy rápido, parado frente a nosotros el hombre quería aparentar que mantenía el aplomo, pero era evidente que estaba cada vez más impaciente.
- Necesito saber qué contiene el disco y quiénes pueden estar interesados en él. Necesito saber por qué Julieta Díaz decidió esconderse después de la muerte de Campbell.
- Eso es imposible –contestó el traductor después de que Kuzmanovski habló con un tono evidentemente más alto, faltaba muy poco para que aquella bomba estallara-. No es conveniente revelar el contenido del disco.
- El contenido de ese disco se refiere a Microsoft –contesto mi padre sin perder la calma- Es información vital para usted, tal vez el resultado de alguna investigación muy importante ¿No es así?
Era realmente impresionante ver la sangre fría de mi papá. Seguía sentado en su lugar, mirando hacia arriba a la montaña que tenía enfrente que, ante estas palabras, cambió su expresión de un modo enigmático. Casi podría decir que el polaco esbozó una leve sonrisa. Regresó a su asiento y se sentó en el borde del love seat con las manos sobre las rodillas.
- Muy interesante detective –repitió en castellano el traductor, era obvio que le habían ordenado repetir palabra por palabra-. – ¿Qué más?
- Ethan Campbell vino de los Estados Unidos con ese disco para entregárselo. Si es de su interés, lo más probable es que también lo sea para la Unión Europea, para la cual usted trabaja o tal vez alguna de las empresas que litigan contra Microsoft y que usted representa. Sin embargo, lamentablemente, a Ethan Campbell, hijo de un importante ejecutivo de Microsoft, lo asesinó una pandilla de la zona donde se encontraba y Julieta Díaz huyó con el disco. Tengo una pista para encontrarla, pero ignoro la razón por la que se escondió. Por eso es necesario que confíe en mí y me diga de qué se trata todo esto.
- Veo que descubrió más de lo que esperaba, que incluso me investigó a mí, pero no es posible confiarle más información. Usted debe encontrar ese disco y entregarlo, si no desea hacerlo, entonces William Baskerville podrá asignar a alguien más capacitado para esto.
- Como usted desee, yo tampoco deseo terminar este caso si se me niega información. Buenas noches. –contestó mi padre levantándose de su lugar, y yo tras él, le extendió la mano a William Baskerville que lo miró con cierto brillo divertido en los ojos, como si se comunicaran algo más. Era evidente que entre ellos había un entendimiento previo en este tipo de situaciones; hizo una inclinación de cabeza hacia Kuzmanovski sin extenderle la mano y se dirigió hacia la salida. Yo titubeé un poco, pero terminé por no extenderle tampoco la mano al gigante, que ahora nos miraba con expresión de asombro y volteando a ver a su ayudante sin decir nada. Salimos de la casa, atravesamos no sin dificultad el jardín y cuando nos disponíamos a abrir el portón, el traductor salió para gritarnos:
- Detective Franco, espere por favor. Dice mi jefe que regrese, que le dirá lo que necesite saber.
Mi padre me miró sonriendo discretamente, se acercó a mí y habló en voz muy baja mientras regresábamos el camino, al tiempo que me ponía una mano en el hombro fingiendo que necesitaba apoyo para atravesar el jardín de regreso:
- Carlos, tendrás lo que querías.
La Contraseña XVIII
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