jueves, 27 de enero de 2011

La Contraseña XVII

[Por Cosmos02]

Por si te perdiste las partes anteriores:
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VI

El disco


Primera parte



Subimos al auto de mi padre. Desde mi departamento no le tomó mucho tiempo llegar al eje uno poniente rumbo a circuito interior. A ratos el tráfico iba a vuelta de rueda y luego parecía despejarse, por lo que llevábamos buen ritmo. Iba en silencio y si no fuera porque al mirarlo de reojo me parecía que cavilaba, hubiera creído que mi presencia lo molestaba. Sin embargo, sabía que no era así, más bien me ignoraba. Yo en realidad no sabía si reiniciar la conversación haciendo un comentario sobre el tema o cualquier otro, pero cuando estuve a punto de intentarlo, habló.

- Veamos –dijo mi padre- Kuzmanovski participó en una demanda antimonopolio de la Unión Europea contra Microsoft.

- Así es, como asesor de los comisionados de competencia. Por eso te digo que es de notar que iba a reunirse con Ethan Campbell, empleado de Microsoft. El asunto cuadra ¿no?

- Sí, por supuesto Carlos. ¿Qué más hay de Kuzmanovski que ahora te parezca relevante?

- Bueno, a reserva de confirmar los datos, también ha asesorado a empresas que han sido demandadas por Microsoft. Es decir, siempre aparece como enemigo de la empresa. Un caso muy relevante son las demandas de Microsoft contra algunas empresas que desarrollan software libre, pero tendría que contextualizarte sobre ello ¿Te lo cuento?

- No tardamos mucho en llegar Carlos, céntrate en Kuzmanovski.

En ese momento ya había dado vuelta en circuito interior y tomado por Avenida Universidad.

- A ver, veamos, me la pones difícil. Quieres que te hable de Kuzmanovski sin contextualizar. Te lo voy a simplificar así: la amenaza comercial más grande para Microsoft no es otra empresa, ni siquiera tan grande e importante como lo es Google en Internet, con la que tampoco ha podido por cierto, sino el software libre, la antítesis del software propietario. El sistema operativo por excelencia del software libre se llama GNU/Linux, aunque muchos lo conocen sólo como Linux a secas. Durante años, Microsoft apoyó a una empresa llamada Santa Cruz Operation quien a su vez demandó a empresas como Chrysler e IBM por usar el sistema operativo Linux, acusándolas de plagio. A través de Santa Cruz Operation, Microsoft quería deshacerse de esa amenaza para su monopolio y uno de los abogados más destacados en la defensa de Linux, en esa y otras ocasiones, es Víctor Kuzmanovski otra vez. Entiendo que sus servicios eran para IBM y Chrysler, simultáneamente. Tendría que contarte diversos detalles para que quede claro, lo cierto es que la constante es que Víctor Kuzmanovski interviene en las demandas de la Unión Europea contra Microsoft y defiende, también en Europa, a las empresas de software libre que son demandadas por Microsoft u otras empresas por cuenta de ellos. Eso le ha dado cierta celebridad al tipo. Hasta donde me acuerdo, en la conferencia donde lo vi, contó que es polaco y que sus inicios fue como abogado de una pequeña empresa alemana a la que Santa Cruz Operation había enviado una amenaza de demanda por usar Linux y fue la primera vez que intervino contra ellos. A partir de ahí se especializó en el tema hasta la fecha. Esa es más o menos su historia, a reserva de buscar más información. Por tanto, lo único que se me ocurre de ese disco es que es una prueba contra Microsoft en alguna de sus muchas demandas, así de obvio. ¿Tienes alguna pregunta?

Para entonces ya habíamos doblamos por Miguel Ángel de Quevedo y luego hacia la plaza de Santa Catarina, luego dio un par de vueltas por estrechas calles de Coyoacán hasta llegar a una casa con fachada de cantera y un gran portón de madera, en cuyo frente se comenzó a estacionar.

- No hay tiempo ya.

- Está bien –respondí- como sea, va a ser muy interesante conocer a Víctor Kuzmanovski.

- Te debo una disculpa Carlos.

Sentí que el corazón se me aceleró de repente. Estábamos bajando del coche y expectante esperé a que continuara. Parecía que al fin reconocería viejos errores.

- Es claro que tienes suficiente información para estar aquí, te has ganado ese derecho –dijo sin cambiar el tono de voz, por lo que concluí que el pasado tal vez no le importaba, sino sólo su caso, como fuera, yo estaba satisfecho y muy emocionado, un día tan rutinario como cualquier otro se había convertido en uno excepcional, independientemente de cómo terminara-.

- Sí, no te preocupes Daniel. ¿Sabes que es mucho más interesante que Víctor Kuzmanovski?

- ¿Qué?

- La razón por la que está aquí, el disco de Julieta Díaz ¿podemos preguntarle qué contiene Daniel?

- No lo creo Carlos, no lo creo.

- Lástima, de verdad me gustaría saber que hay en ese disco, me gustaría mucho. Hasta le diría: “Quid pro quo Clarice”, al fin que ya me funcionó una vez.

Mi padre sonrió ligeramente, se paró junto al portón y tocó el timbre del interfono. Nunca se me había ocurrido imaginarme la casa de William Baskerville, jefe de mi papá, pero al verla me pareció la entrada a un castillo lúgubre. Tampoco se me había ocurrido pensar en cómo luciría este inglés al que apenas y había visto alguna vez cuando era niño pero, por la impresión que de cerca me dio ese portón de madera ennegrecida y oxidados remates metálicos, me pareció que no se distinguiría mucho de Drácula. Seguramente tendría una capa negra de cuello alto sobre una camisa blanca con moño al cuello y avanzaría sobre el piso sin que se notaran sus pasos, cubiertos por una neblina gris. Al vernos extendería hacia nosotros sus uñas largas y negras al tiempo que mostraría sus filosos colmillos, ansiosos y sedientos, dispuesto a chuparnos la sangre.

- ¿Qué te divierte? -preguntó intrigado mi padre al verme, reventando mi imaginación como a un globlo-.

- Nada -contesté sin dejar de mirar la casa-. Oye ¿cómo está eso de que te corrieron en el trabajo y aun así venimos a casa de tu jefe a hablar de tu caso?

- Te dije que no importa Carlos –Respondió mi padre-

La entrada estaba en el recodo de una calle empedrada tan angosta que tuvo que estacionar el auto en la banqueta, frente al portón, para no bloquear el paso de otros autos. Las casas aledañas tenían un estilo similar de casa antigua con ventanas de arco y pesadas protecciones, pero al menos iluminaban sus entradas con arbotantes, en contraste con la penumbra en la que nos encontrábamos al tocar el timbre.

Nos abrió un hombre delgado al que apenas y pude distinguir su silueta. Tan pronto vio a mi padre le extendió la mano al tiempo que se saludaban con sus nombres: “Detective Franco, nos vemos de nuevo”, “Sr. Joaquín”, “Pasen”, dijo señalando una puerta al final de un pequeño camino de piedras a través de un jardín que rodeaba la casa y que se adivinaba abandonado aún en la oscuridad. Mientras avanzamos hacia el interior, el hombre volvió a una pequeña construcción unida a la parte interna del muro de la fachada de donde salía la débil luz de un foco amarillo. Un aroma a hierba húmeda y hojas podridas invadía el espacio y la maleza que crecía sin control entre las piedras nos hacía mirar al piso y caminar levantando de más las rodillas. Al patrón de mi papá le urgía contratar un jardinero. Unos metros más adelante, llegamos a una puerta de madera y cristal que también lucía desgastada. Mi padre tomo el asa de la cerradura y abrió el cerrojo haciendo palanca con el pulgar. Era evidente que estábamos frente al pasillo central de la casa, pero todo estaba sumido en la negrura, por lo que sólo nos quedaba pasar a la sala que se extendía a nuestra derecha, de donde venía la tenue luz de un par de lámparas de piso y el de una televisión gigante de LCD montada sobre un moderno centro de entretenimiento, con soportes de aluminio a los costados sobre los que estaban las bocinas principales de un home teather. “Vaya, al tipo le gusta divertirse”, pensé mientras me acercaba viendo sus lujosos reproductores de video, receptores digitales y demás accesorios. Frente a la televisión, en un sillón reclinable, estaba William Baskerville, un anciano en pijama y pantuflas con un control remoto en la mano. Al menos no daba el tipo de vampiro sacasangre. Al escucharnos apagó la televisión, apretó algunos botones con los que comenzamos a escuchar música clásica, giró el torso para alcanzar a vernos desde su posición y con la palma nos señaló el sofá de una mullida y blanca sala que encuadraba el espacio frente a los aparatos.

Daniel Franco se acercó a saludarlo y el viejo tomó su mano entre las suyas, estrechándolas con mucho afecto. Hizo lo mismo conmigo mientras me sonreía con amabilidad. Una vez sentados, nos miró alternadamente por un segundo y volvió a sonreír bonachonamente.

- Veo querido Daniel que trajiste a tu hijo. En un momento me dirás por qué, primero quiero decirte que sé lo de la agencia.

- ¿Ya se enteró del problema que tuve con su hijo Guillermo? –preguntó mi padre.

- Sí, me enteré de lo sucedido.

- Espero que con todo detalle –insistió mi padre tímidamente- quisiera que al respecto no hubiera malos entendidos Míster William, pues la versión de Guillermo seguramente difiere de la mía.

- No te preocupes querido amigo, lo sé todo.

El viejo tomó el control remoto que estaba sobre el descansabrazos de su sillón, prendió la televisión y cambió algunos canales hasta que en la pantalla apareció la imagen convexa de un muro de cristal con un logo que de inmediato descubrí, por el nombre grabado, que era el de la agencia de detectives para la que trabajaba mi padre. Estaba tenuemente iluminada por una luz amarilla.

- La tecnología hace ahora maravillas viejo amigo. Quiero decirte que eres el primero en la agencia en saber de estas cámaras.

Mi padre dejó entrever una ligera sonrisa en su rostro adusto al reconocer el lugar al tiempo que la pantalla de la televisión brincaba de escena mostrando distintas áreas. Algunas estaban en completa oscuridad, otras con muy poca luz, hasta que llegó a una habitación blanca, en donde un sujeto rubio y feo sacaba una carpeta de un archivero metálico, veía en su interior y volvía a meterlo para abrir el siguiente.

- Creo que le ha dado la vuelta a esos expedientes varias veces. Parece que le gustan algunos casos o fotografías en particular, pero siempre los pierde y tiene que recorrer casi todo para encontrarlos de nuevo. –Dijo William Baskerville, pero con un gesto y tono de profunda tristeza. Apagó la televisión y se reacomodó en su sillón. – No te preocupes por él, yo me encargo. Ahora sí, te escucho. Me imagino que tienes una poderosa razón para haber involucrado a tu hijo en la búsqueda del norteamericano.

- Así es Míster William, el caso va más allá de Ethan Campbell y requería asesoría en informática, por lo que recurrí a Carlos. Espero no haberme equivocado al traerlo, pero lo juzgué necesario.

- Si te equivocaste o no eso lo sabremos al final Daniel –dijo el inglés poniéndose serio y posando sobre mi padre sus ojos azules- sólo te pido que a partir de ahora y aún después de cerrado el caso, tu hijo se comprometa a mantener discreción absoluta. Incluso firmando el contrato de confidencialidad si es necesario.

- Así será Míster William –contestó mi padre también endureciendo el rostro-

- Lo importante ahora son los avances que tengas, seguramente Víctor Kuzmanovski está a punto de llegar.

Se hicieron unos segundos de silencio y el anciano volvió a recobrar su sonrisa cordial.

- Ustedes perdonarán mi inhospitalidad querido Daniel, pero la mujer que me sirve se va al atardecer. El señor Joaquín ya sólo viene cada tercer día por si requiero salir, aunque hoy le pedí que me acompañara hasta mañana. Si necesitan algo, la cocina está al otro lado del pasillo, no creo que tengan dificultad en encontrar las luces.

- No se preocupe Míster William –respondió mi padre- no necesitamos nada.

Por supuesto que yo hubiera preferido buscar algo de tomar en la cocina y no hubiera estado mal ver si el inglés tenía una cava, pero iba a ser imposible levantarme del lado de mi padre, yo era un invitado de piedra y por lo mismo me imaginaba que ni siquiera iba a poder decir algo.

- En lo que llegan nuestros clientes Daniel, dime ¿exactamente qué ayuda informática buscabas? ¿Se trata de algo que ya no pudiste hacer en la oficina?

- En parte Míster William, pero también encontré… encontramos que Víctor Kuzmanovski, más que una reunión con Ethan Campbell, viene por un disco con información que iba a entregarle.

En el rostro del inglés se dibujó un gesto de satisfacción, mientras con la cabeza aprobaba el dato.

- Así es querido Daniel, Víctor Kuzmanovski viene por un disco.

- ¿Usted lo sabía Míster William? –Preguntó mi padre-

- Me lo dijo mi amigo Pierre Khan desde Inglaterra, pero cuando Kuzmanovski se negó a decirte el motivo de su cita, preferí guardar silencio. Si él te dio la encomienda de encontrar al norteamericano, entonces no había necesidad de decirte más. Pero veo que ahondaste en tus investigaciones, lo cual me complace.

En ese momento entró a la sala el tal señor Joaquín. Era fácil concluir que siendo mi padre cercano a Míster William y a la agencia, nos había mandado solos al interior de la casa, a riesgo de caernos en el jardín, pero tratándose de un distinguido cliente, lo había escoltado hasta el interior. En mi mente no pude evitar la escena de un mayordomo inglés anunciando con voz de barítono la llegada de un invitado, parado en firmes a un lado de una pesada cortina, con su chaleco a rayas negras y blancas, camisa blanca y moño al cuello, con saco de levita y señalando con la nariz el techo, pero la realidad era que el señor Joaquín traía pantalón y camisa de mezclilla y se limitó a decir “aquí es, pasen por favor”. Entró un hombre como de mi edad, entonces recordé que Kuzmanovski solía hacerse acompañar por un traductor en la conferencia donde lo vi por primera vez y lógicamente aquí lo requería igual que en Estados Unidos. Luego entró él, era de un tamaño impresionante. En aquella conferencia lo vi de lejos, sentado en el pódium de un auditorio, pero ahora a unos metros me pareció mucho más grande que entonces. Hubiera tenido un gran futuro como luchador enmascarado. Me acordé del Undertaker o algún otro luchador de la WWE que son unos auténticos mastodontes. Nos saludó a todos de mano sin decir nada. Su rostro me pareció algo hostil pero extraño, algo inexpresivo, pero no como mi padre, sino más bien vacío, como el de una máscara blanca de teatro, que impide acompañar con gestos las palabras. Miró a su alrededor sin disimular, se sentó lenta, pero aparatosamente, en el love seat de la sala, cuyo tamaño parecía insuficiente, y recargó su enorme humanidad sobre el dolorido sillón. Colocó los antebrazos sobre sus muslos y se mantuvo ahí, con los puños cerrados, mirando fijamente a mi padre, que había quedado en el sofá frente a él, como si fuera a tratarse de un debate mediado por el inglés desde su reclinable. El señor Joaquín trajo de la oscuridad de la casa una silla en la que se sentó el traductor cerca de su jefe. Míster William aprovechó la presencia de su empleado para pedir que le trajera agua y preguntó si alguien quería algo de beber. Para mi desgracia todos pidieron lo mismo que el inglés, incluido Kuzmanovski a través de su ayudante. Un whiskito no hubiera estado mal, pero ni modo de desentonar el ambiente por un simple antojo.

- El señor Kuzmanovski desea saber quién es él –dijo el traductor señalándome-

- Es mi hijo –contestó calmado mi padre-

El polaco comenzó a hablar rápidamente inclinándose ligeramente hacia su acompañante, las palabras eran absolutamente incomprensibles para mí, pero en el tono había la apariencia de un regaño. Cuando terminó, el traductor dijo:

- Dice mi jefe que ayer, al hablar con usted Míster William, le pidió eficiencia y discreción, por lo que no entendemos el por qué se involucró a más personas. El señor Kuzmanovski dice también que no es carnaval para traer familiares.

Míster William, que veía a todos desde su posición semireclinada, se enderezó en su lugar para hablar.

- Le ofrecí a Pierre y al señor Kuzmanovski que los apoyaría con mi mejor hombre y eso hice. Todo es cuestión de que muestren un poco de confianza.

Kuzmanovski parloteó de nuevo un rato largo frente al traductor, como si diera instrucciones adicionales. Al final, el traductor resopló y expuso:

- Con todo respeto Míster William, pensamos que el detective Daniel Franco no es la mejor opción. Nos parece… al señor Kuzmanovski le parece, que es demasiado viejo para realmente servirnos con eficiencia y ahora vemos que en vez de llegar con Ethan Campbell, se hace acompañar por esta persona.

Mi padre miraba la conversación entre el traductor y el inglés con gesto adusto, pero indiferente, como si no estuvieran hablando de él. Me pareció que la estrategia de no dejarse provocar era adecuada, pero en realidad no sabía si era una actitud planeada de mi padre o así era siempre con sus clientes. De cualquier modo admiraba su temple, pues no traslucía preocupación alguna ante quien parecía un sujeto inquietante.

- Estimados amigos –dijo conciliador Míster William-, el detective Daniel Franco es nuestro mejor hombre, estoy seguro que lo va a demostrar. Siempre ha sido el mejor sabueso de inf… -interrumpió la frase, para retomarla enseguida- …de Baskerville, puedo asegurárselos. Por su edad no se preocupen, está en un excelente estado físico y mental y de lo que exponga sobre sus indagaciones de hoy, ustedes valorarán su eficiencia y el porqué de la participación de su hijo. Sólo dejémoslo dar su informe.

El gigante nos miró unos instantes callado, con esa cara hostil que ya no me pareció tan inexpresiva, sino cada vez más intimidante. “Pobre de su mujer”, se me ocurrió pensar cuando habló de nuevo en voz baja.

- Exponga lo que trae detective –pidió el ayudante en un tono más sereno.

- Señor Kuzmanovski, el señor Ethan Campbell no llegó a su cita porque fue asesinado anteanoche en el lugar donde vivía con Julieta Díaz.

A pesar del tono calmado y sin afectaciones que había usado mi padre, como si hubiera dado un dato sin más importancia, el polaco reaccionó frunciendo aún más el ceño y haciendo una mueca de contrariedad que denotaba coraje. En esa posición y con ese gesto, aunados a su lujoso vestir, sus manos anilladas, la esclava en la muñeca izquierda y la cadena al cuello, ambas de oro y exageradamente ostentosas, que lo harían parecer rapero si no fuera por el traje, me hizo olvidarme de castillos vampíricos y mayordomos ingleses, para pensar más bien en algún matón de El Padrino, como el temible Luca Brasi o el leal Peter Clemenza, esperando la ocasión de sacar un arma y comenzar a echar balazos.

- ¿Quién fue? –dijo el traductor después de escuchar lo que Kuzmanovski decía en un tono prácticamente inaudible para nosotros mientras miraba al suelo.

- Fue una pandilla –contestó mi padre- su asesinato fue casual, por los elementos que tengo, podría afirmar que su muerte no tiene relación con el disco que busca.

El instante que tardó el ayudante en traducir fue eterno comparado con el que ocupó Kuzmanovski en reaccionar alzando la vista y clavando en mi padre una mirada tan fría que me estremeció. Ese gigante bien podría levantarse de su lugar para tomarnos del cuello y acabar con todos sin que pudiéramos impedírselo. Miré a mi padre quien, sin embargo, mantenía una actitud impasible, sosteniendo la mirada del matón de película, pero sin retarlo, sereno, y esperando por una nueva respuesta. Definitivamente mi padre se había convertido de nuevo en el héroe de mi infancia que tanto emulé en mis recreos escolares aunque sin conocerlo.

- ¿Cómo sabe que fue casual? –Dijo el traductor después de que el polaco hablara con voz ronca y apenas moviendo los labios- ¿Ya recuperó el disco?

- ¿Podrían haber matado a Campbell por ese disco? –Reviró mi padre-

- ¿Ya lo recuperó? –Insistió el traductor expresando con su propia voz la exasperación que comenzaba a denotar el polaco-

- Aún no –respondió lacónico mi padre- Respóndame, por favor.

Kuzmanovski se levantó de su lugar repentinamente, dio un paso hacia nosotros, se pasó la mano derecha por la cabeza, resopló y volvió a hablar recuperando el control. Yo brinqué en mi asiento. La intimidante presencia de ese tipo comenzaba a ponerme nervioso y de reojo, veía y admiraba la frialdad con la que mi padre se comportaba, como si estuviera acostumbrado a que la gente saliera así de sus casillas, repentinamente y amenazando con explotar.

- Efectivamente detective –tradujo textual el ayudante- Campbell pudo haber muerto por ese disco. Lamento lo sucedido al muchacho, no estaba en nuestras planes la muerte de nadie. Ahora dígame lo que sabe del disco.

- El disco lo tiene Julieta Díaz y está escondida.

- Necesito que lo recupere –volvió a decir textual el traductor- ¿Puede hacerlo?

- Eso depende Sr. Kuzmanovski –contestó mi padre mirándome fugazmente con un brillo singular. Por su mirada, podría jurar que sólo le faltó guiñarme un ojo-

- ¿Depende de qué? - El intercambio entre el traductor y el gigante había sido muy rápido, parado frente a nosotros el hombre quería aparentar que mantenía el aplomo, pero era evidente que estaba cada vez más impaciente.

- Necesito saber qué contiene el disco y quiénes pueden estar interesados en él. Necesito saber por qué Julieta Díaz decidió esconderse después de la muerte de Campbell.

- Eso es imposible –contestó el traductor después de que Kuzmanovski habló con un tono evidentemente más alto, faltaba muy poco para que aquella bomba estallara-. No es conveniente revelar el contenido del disco.

- El contenido de ese disco se refiere a Microsoft –contesto mi padre sin perder la calma- Es información vital para usted, tal vez el resultado de alguna investigación muy importante ¿No es así?

Era realmente impresionante ver la sangre fría de mi papá. Seguía sentado en su lugar, mirando hacia arriba a la montaña que tenía enfrente que, ante estas palabras, cambió su expresión de un modo enigmático. Casi podría decir que el polaco esbozó una leve sonrisa. Regresó a su asiento y se sentó en el borde del love seat con las manos sobre las rodillas.

- Muy interesante detective –repitió en castellano el traductor, era obvio que le habían ordenado repetir palabra por palabra-. – ¿Qué más?

- Ethan Campbell vino de los Estados Unidos con ese disco para entregárselo. Si es de su interés, lo más probable es que también lo sea para la Unión Europea, para la cual usted trabaja o tal vez alguna de las empresas que litigan contra Microsoft y que usted representa. Sin embargo, lamentablemente, a Ethan Campbell, hijo de un importante ejecutivo de Microsoft, lo asesinó una pandilla de la zona donde se encontraba y Julieta Díaz huyó con el disco. Tengo una pista para encontrarla, pero ignoro la razón por la que se escondió. Por eso es necesario que confíe en mí y me diga de qué se trata todo esto.

- Veo que descubrió más de lo que esperaba, que incluso me investigó a mí, pero no es posible confiarle más información. Usted debe encontrar ese disco y entregarlo, si no desea hacerlo, entonces William Baskerville podrá asignar a alguien más capacitado para esto.

- Como usted desee, yo tampoco deseo terminar este caso si se me niega información. Buenas noches. –contestó mi padre levantándose de su lugar, y yo tras él, le extendió la mano a William Baskerville que lo miró con cierto brillo divertido en los ojos, como si se comunicaran algo más. Era evidente que entre ellos había un entendimiento previo en este tipo de situaciones; hizo una inclinación de cabeza hacia Kuzmanovski sin extenderle la mano y se dirigió hacia la salida. Yo titubeé un poco, pero terminé por no extenderle tampoco la mano al gigante, que ahora nos miraba con expresión de asombro y volteando a ver a su ayudante sin decir nada. Salimos de la casa, atravesamos no sin dificultad el jardín y cuando nos disponíamos a abrir el portón, el traductor salió para gritarnos:

- Detective Franco, espere por favor. Dice mi jefe que regrese, que le dirá lo que necesite saber.

Mi padre me miró sonriendo discretamente, se acercó a mí y habló en voz muy baja mientras regresábamos el camino, al tiempo que me ponía una mano en el hombro fingiendo que necesitaba apoyo para atravesar el jardín de regreso:

- Carlos, tendrás lo que querías.

La Contraseña XVIII

miércoles, 19 de enero de 2011

El sueño del Celta

[Por Cosmos02]



Al maestro, y recién premiado con el nobel de literatura, Mario Vargas Llosa se le dan bien las novelas históricas. Lo pudimos comprobar con “El paraíso en la otra esquina”, “La fiesta del chivo” y “La guerra del fin del mundo”, entre otras, y corroborar otra vez con su último libro “El sueño del celta”.

La historia sigue a Roger Casement, un irlandés que de niño soñaba con las aventuras de los exploradores europeos que se internaban en el África y que, en los años siguientes, acompañó a uno de esos mismos aventureros abriendo camino hacia las tribus, convencido de que la colonización llevaría consigo las ventajas de la civilización europea: comercio, salud, educación y religión. Idealista incorregible, Casement sirvió como diplomático para la “Foreign Office” del gobierno Inglés y pasó más de 20 años de su vida en África antes de que le encarguen realizar el primer informe oficial (por parte de su gobierno) sobre la situación de las tribus africanas del Congo donde se explota el caucho a raíz de insistentes denuncias de periodistas y activistas diversos. Es entonces cuando Roger Casement da puntual, detallada y extensa cuenta de cómo se las gastaban los belgas con las tribus para extraer el caucho. La situación no le era del todo desconocida para el entonces diplomático del gobierno inglés, pero en aras de realizar su trabajo escrupulosamente hace un recorrido que le permite conocer de cerca los horrores que son capaces de cometer los civilizados con tal de extraer las riquezas del árbol del caucho: tribus enteras convertidas en esclavos y aterrorizadas con el cepo, el látigo y las mutilaciones. Miles de hombres, mujeres y niños semimuertos de hambre pero acarreando el preciado caucho a las empresas europeas para beneficio del entonces rey belga Leopoldo II.

El informe de Casement fue dinamita pura para la opinión pública de la época, por lo que, tiempo después, el gobierno inglés le hace un segundo encargo similar: informar de la situación de los indios en el Putumayo, en la amazonia peruana donde una compañía inglesa, dueña absoluta del lugar, también explota el caucho. Y ahí, de nuevo, Roger Casement, con objetividad, vuelve a corroborar los mecanismos depredadores e insaciables de las empresas extranjeras: miles de indios mutilados, marcados con el fuete, embrutecidos de hambre y trabajo y aterrorizados para que extraigan más y más caucho a un costo ínfimo para satisfacer las necesidades del mercado de los países industrializados de principio de siglo XX, ávidos de producir neumáticos (y otros productos) para más y más automóviles, así sea a costa de extinguir a los habitantes naturales de la región.

Todo lo cual me remite la memoria a aquella parte donde Carlos Marx, palabras más palabras menos, dice que el capitalismo llegó al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies. Trátese de los españoles tras el oro y la plata de la recién descubierta América, del caucho del Putumayo y del Congo Belga que en su tiempo reportó Roger Casement, de la guerra de Estados Unidos contra Iraq por su petróleo, el trabajo casi esclavo en las fábricas de Shenzhen, en China o las maquiladores en Filipinas, el principio activo es el mismo: se trata de acumular riqueza lo más rápida y abundantemente posible independientemente de los efectos que tengan sus actos sobre las personas o el entorno natural.

El asunto es sabido, por supuesto, y exhibido hasta la saciedad sin que estas denuncias tengan siempre efectos profundos sobre la situación denunciada. A veces quedan sólo como material testimonial. Hasta la producción de la serie Los Simpons ha sido denunciada por usar trabajo infantil en la célebre entrada de Bansky:



Pero volviendo a la novela, esta experiencia casi enloquecedora para Casement lo convierte, más bien, en un radical por la independencia de su país, Irlanda, colonizada por el imperio Británico, al grado de que, independientemente de que la corona lo nombra Sir y lo llena de honores por los servicios prestados por sus informes, comienza a involucrarse activamente en el movimiento armado irlandés.

Contada sobre dos líneas narrativas que convergen al final (su presente en la cárcel, en espera del cadalso, y su pasado como cónsul inglés recorriendo África y la Amazonia), la novela va hundiéndonos en el pesimismo del implacable destino de Roger Casement. Convencido de que debe aprovechar la coyuntura de la primera guerra mundial para liberar Irlanda, comenzará a negociar con Alemania dos cosas; suministro de armas para los independentistas irlandeses y el ataque de ejército del Káiser sobre puestos claves de Inglaterra de modo que le ofrezca ventajas tácticas a los combatientes irlandeses, cosa que Alemania nunca hace, pero que le da en automático razones al gobierno Inglés para acusarlo de alta traición cuando lo apresan, además de que aprovechan su homosexualidad para destruir su reputación, de manera similar cómo lo hicieron con Oscar Wilde, presentándolo como un monstruo de perversión ante una sociedad homófoba y conservadora.

Parece cruel de mi parte contarles el final de este espléndido libro, sin embargo, quien lo lea, descubrirá fácilmente que éste no es ninguna sorpresa. Desde las primeras cien páginas ya sabemos qué será del utopista Roger Casement, lo cual le añade al libro cierta dosis deprimente, por lo que el verdadero platillo de su lectura estriba en conocer los vericuetos de su vida que lo llevan al punto de su muerte en la horca: los equívocos, las ideas y convicciones, las decisiones, las fuerzas históricas, las traiciones y lealtades a su alrededor, las causas y azares que conducen a un individuo tan profundamente comprometido con sus ideas como el irlandés de esta historia.

Ya me extendí mucho con este post, pero quisiera concluir con dos comentarios. El primero es que leí a alguien en Facebook decir que si hubiera leído este libro sin saber quién era el autor, jamás hubiera adivinado que lo había escrito Vargas Llosa, porque las ideas contenidas en él no parecen poder ser escritas por ese pro-neoliberal y reaccionario que es el premio nobel. Yo creo que no es así, que no hay contradicción y que es perfectamente lógico que Don Mario Vargas Llosa haya escrito esta novela a pesar de su (muy debatible) ideario anti-izquierdista. Me parece que independientemente de lo que Vargas Llosa opine de los gobernantes y países actuales, respeta suficientemente la Historia (con mayúscula) para contarla, novelada, como es, sin concesiones, simpatías o antipatías gratuitas por personajes o ideologías del tiempo del que escribe. Mario Vargas Llosa es un gran escritor.

Lo segundo es que me sorprendió mucho el pobre texto de la contraportada de la edición de Alfaguara para un libro de un premio nobel. ¿Qué presentación es ésta de escribir “La aventura que narra esta novela empieza en el Congo en 1903 y termina en una cárcel de Londres, una mañana de 1916.”? ¿De verdad está eso a la altura del libro? No sé, eso y el texto que le sigue los veo por debajo de otros de esa misma casa editorial.

Como sea, me parece que es un libro de lectura imprescindible.

martes, 18 de enero de 2011

La Contraseña XVI

[Por Cosmos02]

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V


El Aliado


Cuarta parte


Antes de responder, mi padre aumentó la gravedad de su gesto, parecía que realmente se le había terminado la paciencia. Temí que ya me hubiera pasado de la raya. Tomó el vaso vacío y lo desplazó al otro extremo de la mesa. Aproveché para preguntar si quería más Coca Cola. “No”, dijo secamente mientras alejaba el plato de sí. Me levanté de mi silla, recogí los trastes y los puse en el fregadero, al voltear hacia él me miraba con ese rostro duro con el que una vez me negó información sobre sus actividades cuando yo era pequeño.

- ¿Me estás diciendo que me vas a condicionar la entrega de la respuesta de Julieta Díaz por correo electrónico a que te lleve con Kuzmanovski y te de toda la información de este caso? –Dijo al tiempo que también se levantaba-.

- Por supuesto que no Daniel –dije usando un tono conciliador-. Pero también entiéndeme que lo que está pasando no es usual, algo grande está pasando. Probablemente algo de dimensiones internacionales. Bueno –sonreí con la idea-, tiene que ser internacional como sea, Kuzmanovski es polaco, Campbell es norteamericano y estamos en México, ya con tres países involucrados ya es internacional ¿No?

Mi padre se pasó la mano en la cara, como para ocultarla un poco. Otra vez me pareció ver una sonrisa en sus labios. Era como un fuerte cuyos muros se desvanecían con algo de buen humor. Por un segundo me pregunté si esa ambivalencia era parte de su personalidad o le gustaban mis chistes. Lamentablemente no tenía modo de saber si internamente se sentía como yo, con esta ansiedad de platicar con él, compartir abiertamente, levantarme y darle un abrazo, pero también reprocharle, desahogar disgustos, recriminarle que se mantuviera tan distante por tantos años. De cualquier modo, no quería separarme hoy de él.

- Pero ya en serio Daniel –continué- realmente hay algo aquí, en esta reunión hay algo fuera de lo común.

- Cuando pregunté la razón de la reunión me dijeron que no era de mi incumbencia –dijo mi padre encogiéndose de hombros-, y yo no tenía motivos para especular sobre la importancia de dicha reunión.

- No me refería a eso cuando pensaba en una reunión fuera de lo común.

- ¿A qué te referías entonces? –Dijo el detective-

- A que tú te encuentres aquí.

Nos miramos a los ojos un par de segundos, no pude evitar tragar saliva. Era el momento de hablar. Estaba a punto de hacerlo primero, pero de inmediato me quedó claro que mi padre, Daniel Franco, era un sujeto inamovible cuando se me adelantó.

- Lo sabes, necesitaba ayuda para enviar un correo electrónico.

Moví la cabeza negativamente, no tenía remedio. Dominé mi disgusto, giré hacia el fregadero para echar los últimos cubiertos que alcé de la mesa, acababa de desistir de cualquier otro intento.

- Mira, tienes la respuesta de Julieta Díaz. Cuando llegue te hablo por teléfono y te digo qué dice, a mí no me importa. Si quieres más información te la doy también de una vez si tienes tiempo o después, o como quieras, adelante. Sólo sí te digo una cosa, esa reunión era algo grande, ese disco es algo serio. No sé, tal vez algo como los “Halloween documents”.

- ¿Qué es eso? –preguntó mi padre-

- ¿Los “Halloween documents”? Unos memos filtrados de Microsoft donde se revelaba qué estrategias tenía la empresa en mente para deshacerse de la competencia. Esa información fue relevante alguna vez en algunos juicios y es fuente de muchas críticas para Microsoft, pues muestran sus prácticas monopólicas.

- Tendrías que contextualizar esa información conmigo. Pareces muy familiarizado con el tema, yo no lo estoy.

Guardó silencio unos instantes, como si acabara de descubrir algo en sí mismo. Me pareció escuchar que en voz muy baja repetía su última frase “yo no lo estoy”, luego continuó hablando mirando al piso, reflexionando en voz alta.

- A decir verdad, no sé qué implica lo que acabas de decir, qué significado podría tener si debo buscar ese disco….

Lo miré extrañado, pero el asunto me daba igual, ya me había resignado a que no iba a transigir conmigo.

- ¿Quieres sentarte en la sala?

Dije encogiéndome de hombros y preparándome para un pequeño discurso del estado de las cosas sobre Microsoft y Kuzmanovski. Igual y lo remitía al contenido de algunos sitios de Internet y despachaba ya de una vez esta visita, que él solito se hiciera bolas, pero su respuesta me hizo cambiar radicalmente de opinión.

- No, mejor vámonos de una vez a casa de míster William.

Sonreí de oreja a oreja. Me sentí como el niño cuando su papá le dice que siempre sí lo va a llevar a montar caballos. Tomé mi vaso, lo rellené de refresco y lo tomé de un sorbo.

- ¿Entonces sí me vas a llevar?

- Sí crees que puedes ayudar, veré cómo justifico tu presencia y, de preferencia, no intervengas en ninguna conversación.

- ¿Por qué cambiaste de opinión?

Mi padre guardó silencio, de nuevo parecía ensimismado, por lo que preferí cambiar de tema.

- Pues va a ser muy interesante conocer a Kuzmanovski más de cerca, sí debe ser un tipo interesante. Pero bueno, entonces siéntate y dame unos minutos, voy a cambiarme de ropa. Aunque no lo creas, yo también se parecer persona decente.


Quinta Parte

“Es un hecho, esto no va a terminar esta noche, va a continuar, pero si es con ayuda, mejor”, pensó el detective Daniel Franco en el repaso mental que no dejaba de hacer sobre su caso. Ahora tenía referencias, así fueran vagas, sobre Kuzmanovski, Campbell y la cita que tenían pactada y entendía que el polaco en realidad venía por el disco que ahora poseía Julieta Díaz. Estaba perfectamente de acuerdo con esa suposición que ni siquiera había hecho él, por lo menos no de modo contundente, sino Carlos y con elementos bastante firmes. Por otra parte, no se negaba a sí mismo la satisfacción de que la entrevista con su hijo, tanto tiempo postergada, resultara en el descubrimiento de que Carlos era una fuente de información valiosa para su caso y que, además, sólo hiciera intentos tibios por hablar de ellos mismos, cosa nada difícil de evadir para continuar concentrado en su labor como detective.

Aún había muchos cabos sueltos, por supuesto, pero el fresco de un gran paisaje se iba dibujando otra vez y con mayor claridad y eso lo hacía sentir bastante bien, por lo que condescender con el deseo de Carlos de acompañarlo tampoco era ya complicado, incluso podía ser útil. El resto parecía fácil: esperar a que Julieta Díaz respondiera y cumpliera con su ofrecimiento de entregar el disco, llevárselo al polaco y fin de la historia, había podido por fin resolver un caso. Lo del empleo era lo de menos, míster William tendría que apoyarlo y de no ser así, recurriría a una demanda legal. Seguramente para Guillermo Baskerville sería muy incómodo tener que ventilar en algún juzgado su relación con Daniel Franco y con su padre mismo, por lo que seguramente lo restituiría en el puesto o simplemente podrían llegar a un acuerdo para adelantar la jubilación, perspectiva nada despreciable para el detective. Así que la presencia o no de Carlos en la reunión con Baskerville y Kuzmanovski no cambiaba nada, de todos modos parecía mejor informado que él respecto a la trama en desarrollo.

Y mientras Daniel Franco continuaba con sus cavilaciones, Carlos Franco entró a su recámara y salió apenas un par de minutos después. Se había puesto el último traje disponible de los tiempos en los que aún iba a la oficina, pero sin corbata. El pelo lo llevaba hacía atrás con gel y en el rostro lucía gafas. Se había transformado rápidamente en un joven y dinámico ejecutivo de empresa.

- ¿Ves? Cumplí mi promesa.

La Contraseña XVII

miércoles, 12 de enero de 2011

La Contraseña XV

[Por Cosmos02]

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La Contraseña XIII
La Contraseña XIV


V


El Aliado


Tercera parte


Cuando Jack Hampton vio por primera vez el Sleeping Beauty Motel después de llegar a Londres, le pareció un simpático castillito inglés, con su torre de reloj, su fachada color naranja y sus tejados negros de dos aguas. El hotel tenía la ventaja de estar a suficiente distancia del centro, en el 586 de Lea Bridge Road, lo que era convenientemente discreto y a un precio bastante accesible para su magra economía. Pero su desencanto comenzó cuando vio el descuido de la habitación que le habían dado: el aire acondicionado fallaba intermitentemente, al armario se le atoraba la puerta al abrir, el lavamanos tenía rota una esquina, la regadera se veía corroída y la cama estaba dura. El problema es que ya no podía cambiarse de hotel sin crear un conflicto con su contacto. El acuerdo es que él esperaría ahí a que la operación se concretase. Por lo menos, se consolaba, la habitación tenía televisión y conexión inalámbrica a Internet, lo que hacía la espera algo menos intolerable. Sin embargo, llevaba ya más de 24 horas extras encerrado ahí, apenas comiendo la comida del mismo motel y desesperado por la falta de noticias. Todo lo que sabía es que Ethan Campbell no había llegado a la cita con Kuzmanovski y tampoco se había comunicado ya más con él, por lo que tuvo que darle a su contacto el nombre de Julieta Díaz como única referencia para encontrar al desaparecido. Por desgracia, no había podido darles el domicilio de esa mujer. Por lo que caminaba de lado a lado en la habitación, pasándose la mano por el cabello, tomando el control remoto de la televisión que estaba sobre la cama, cambiando de canal y reanudando su marcha de la ventana a la puerta sin prestarle atención a la programación. También de vez en vez abría la computadora portátil que tenía sobre una pequeña mesa, se conectaba al portal de su banco, revisaba su saldo y volvía a cerrar la computadora de un golpe. Luego se levantaba de la silla para dirigirse a la perilla del aire acondicionado en la pared, moviéndola para que volviera a funcionar y en esa monotonía llevaba ya todo el día.

Era poco menos de la medianoche cuando sonó el teléfono de la habitación.

- Hampton –dijo al teléfono-

- Nos acaban de avisar que en unas horas más habrá un informe acerca de Ethan Campbell ¿Ya se comunicó él con usted? –Respondió una voz al otro lado de la línea-

- No, maldita sea, no se ha comunicado nadie conmigo. Deberían mantenerme al tanto de las cosas con más frecuencia –dijo exasperado-, yo necesito mi dinero ya, quiero largarme de aquí.

- Sabe que eso no es posible hasta que recibamos el disco.

- Está bien, está bien, con un demonio. Avísenme qué pasa.

- Le llamaremos mañana a las 8. Para entonces conoceremos lo que los detectives que contratamos tienen que decirnos. Usted no se mueva de ese lugar.

- Ok

Hampton colgó el teléfono y bufó disgustado. ¿Lo habría traicionado Ethan Campbell? Eso le parecía increíble, él no sería capaz ¿Pero ella? ¿Ella sería capaz? Tal vez. Ella era mucho más fuerte. Pudo haber convencido a Ethan de quedarse con todo, de dejarlo a él, a Jack Hampton, fuera de este negocio. Dio otra vuelta por la habitación dando pasos rápidos, como si quisiera salir corriendo. Había cometido el error de confiarse demasiado, había dejado muchas cosas en manos de Ethan Campbell. Es cierto que para llegar a su objetivo había tenido que acercarse a él y que resultó ser una persona a la que había llegado a apreciar. ¿Sería posible que Ethan hubiera resultado más astuto que él y lo hubiera engañado? ¿Qué elaborara sus propios planes conforme él iba convenciéndolo de los suyos? ¿Sería posible que incluso se aprovechara de toda la situación y que llegara a incriminarlo? No, imposible. Era más fácil que su amante lo hubiera convencido de otra cosa. Esa perra. Para Hampton no pasaba inadvertido que ella parecía desconfiar de él, que le resultara antipático. Si Ethan había cambiado su plan y lo traicionaba, sería por ella, nunca por sí mismo, pero si eso realmente había ocurrido, entonces ambos lo lamentarían mucho en el futuro. Conocerían a Jack Hampton y lo que era capaz de hacer, eso lo juraba.

La Contraseña XVI

miércoles, 5 de enero de 2011

El secreto de sus ojos



[Por Cosmos02]

Benjamín Espósito, un burócrata jubilado que trabajaba en un tribunal del sistema de justicia argentino, decide dedicar sus días de retiro en escribir una novela, pero para hacerla no recurrirá a su imaginación, sino a sus recuerdos. En particular, los del brutal asesinato de una joven y hermosa mujer después de ser violada en su propio dormitorio, y cuyo caso lo obsesionará durante veinticinco años. Al ir escribiendo la novela, Benjamín tendrá que remover el pasado no sólo de ese caso, sino de su propia vida, revelando para sí la verdad de su propio vacío.

“El secreto de sus ojos”, película argentina de Juan José Campanella, ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, premiada en los festivales de cine de Toronto, de San Sebastián, de la Habana, de los premios Sur, Clarín y Goya (y hasta del Ariel en México), nos cuenta la historia de un hombre que se sumerge en sus recuerdos para enfrentar los fantasmas de su pasado: los del asesino impune por la corrupción del sistema de justicia argentino de mediados de los 70’s, el de su amigo asesinado en su lugar por enfrentar a ese sistema y, sobre todo, para conjurar de una vez por todas el fantasma del amor nunca confesado abiertamente por su jefa inmediata.

Contada a través de flashbacks al pasado del protagonista y su lucha por resolver el crimen y el presente torturado por revivir esos recuerdos, la película nos va atrapando lenta, pero implacablemente en una trama que sin dejar de ser descarnada tiene momentos de humor negro y otros de gran ternura, por lo que llega un momento en el que no es posible seguir viéndola sin recorrer todo un catálogo de sentimientos que van desde la indignación por las desventuras del protagonistas hasta una enorme ansiedad por saber qué ocurre después. Vaya, si son de los que se clavan en las películas, como yo, llegarán a sentir un nudo en la garganta, que al final para eso voy al cine.

El manejo de la cámara es brillante. La escena de la persecución en el estadio de futbol es de una ejecución técnica admirable que, aunque breve, no le pide nada a ninguna película de acción y, por el contrario, es de un realismo impresionante. Lo que también es brillante es el final, con una venganza justiciera, que no tiene nada que ver con el sistema de justicia, y la decisión del protagonista de conquistar por fin a la mujer que ama, sin que nada más importe.

Que conste que, en realidad, no les he contado la película como tal, para que la vean y disfruten de una gran película.

martes, 4 de enero de 2011

La Contraseña XIV

[ Por Cosmos02 ]

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V


El aliado

Segunda Parte

Podría jurar que sentí una bocanada de aire fresco cuando mi papá cerró la puerta tras sí y se sentó en la sala con la idea de saber qué tenía yo que decir sobre Víctor Kuzmanovski. Incluso me pareció ver en él un ligero gesto de sorpresa, lo cual era toda una novedad ante lo inexpresivo que solía ser. Antes de que él llegara, tenía planeado ir al pequeño restaurante que está a la vuelta de mi calle, que es dónde suelo ir siempre a comer. Por un momento pensé en llevarlo, pero si se trataba de conversar, lo mejor sería hacerlo aquí mismo, en mi departamento. En el refrigerador tenía comida preparada de otro negocio, también cerca, en donde de vez en vez suelo comprar para no perder el tiempo saliendo en días con mucho trabajo y había suficiente para dos raciones. Por lo que saqué el recipiente de plástico con un guisado y tal cual lo metí al horno de microondas, lo programé para un minuto y lo puse a trabajar. En tanto, saqué del refrigerador una olla con sopa y la puse a calentar en la estufa. Cuando el guisado estuvo listo, metí al horno una bolsa con algunas tortillas y también hice que se calentaran. Mi padre observaba desde la sala hacia la cocina y luego volteaba a ver a su alrededor, como distraído, igual que hace un rato, en donde parecía concentrarse en los libros. Finalmente puse platos en el pequeño ante comedor que tenía en el rincón de la cocina, dos vasos y cubiertos. Destapé una Coca Cola y serví en los vasos.

- Daniel, por acá ¿Refresco está bien?

Mi papá asintió moviendo la cabeza, parecía meditabundo, lejos de aquí. Entró en la cocina sin dejar de mirar alrededor y se sentó a la mesa.

Contra lo que me imaginaba, el asunto de tener ahí a mi papá ya no me resultaba repulsivo, como pensé antes de que llegara. Al contrario, me parecía de una singular fascinación. Era como tener ahí un cliente que iba por una consulta técnica y que, por ello, se comportaba respetuoso y distante, aunque también un poco extravagante, por lo menos hasta que nos dimos la mano momentos antes. Como fuera, yo ya no sentía rencor, ni enojo, sino una curiosidad enorme por su caso. Pero también me quedaba claro que querría que le dijera todo lo que yo supiese de Víctor Kuzmanovski y él no me daría nada a mí, si yo lo permitía, por supuesto.

- Espero te guste.

Mi papá pareció despertar, vio la sopa, agradeció con un gesto y comenzó a comer. El silencio fue largo, no sabíamos cómo comenzar. Cuando tomé su plato y le serví el guisado, habló al fin.

- ¿De dónde dices que conoces a Víctor Kuzmanovski?

- En mi trabajo me enviaron hace un par de años a una convención sobre Linux, había varias conferencias, una de ellas era sobre Microsoft, era una conferencia crítica, por supuesto. En el panel estaba Víctor Kuzmanovski, que hablaba sobre la demanda por monopolio que sigue la Unión Europea contra la empresa, también estaba Eric S. Raymond, que iba a hablar sobre los “Halloween documents”, había otro tipo que iba a analizar las licencias de software propietario que usan y no me acuerdo qué más.

- ¿Demanda por monopolio? –Preguntó mi padre-

- Sí, Víctor Kuzmanovski es conocido por algunas demandas contra Microsoft pero ¿puedo preguntarte algo antes de que continúe?

- Depende… -Respondió a la expectativa, evidentemente preparándose para negarse a dar información-.

- ¿Viste la película “El silencio de los inocentes”?

- Leí el libro de Thomas Harris –dijo mi padre serio, pero ligeramente sorprendido-

- Órale, yo no. Bueno, entonces sí recordarás lo que le dijo Hannibal Lecter a la agente del FBI, el papel que hace Jodie Foster.

- ¿En qué parte?

- A pues cuando va a verlo a la prisión para pedirle información sobre el asesino que tiene secuestrada a la hija de la senadora. Hannibal le dice: “Quid Pro Quo Clarice”. Algo por algo Daniel ¿Quieres saber sobre Víctor Kuzmanovski? Dame algo equivalente a cambio.

Pensé que mi padre se molestaría, que endurecería el rostro, se levantaría y se marcharía enojado alegando confidencialidad o algo por el estilo, pero me la había jugado de inmediato y sin planearlo de ningún modo. Si se iba lo lamentaría un poco, de todos modos a mí me iba a llegar de vuelta el mensaje de la tal Julieta Díaz, por lo que podría incluso insistirle una segunda vez. Pero no fue así. Contra mi pronóstico, mi papá hizo primero un gesto de sorpresa y luego me pareció que sonreía levemente mientras probaba con la cuchara el guisado.

- Tu madre te dio buenos consejos para vivir solo…

- Sí, me dijo que si no aprendía a cocinar, que por lo menos consiguiera dónde vendieran buena comida para llevar, que no siempre comiera en la calle. Eso es lo que hace ella en los últimos años ¿no?

- Más bien ella tiene quién le cocine… pero dime ¿Qué quieres a cambio?

- Quiero conocer tu caso Daniel.

- Imposible Carlos –respondió pero sin parecer ofendido o molesto-.

- Quid Pro Quo Clarice… -le reviré entrecerrando los ojos-

Mi papá volvió a sonreír un poco más abiertamente, entonces decidí darle algo más para animarlo.

- En el correo preguntaste por un disco y si tu cliente es Víctor Kuzmanovski, entonces él quiere ese disco, venía por él, eso es obvio. Su tema como abogado es la informática, es famoso en ese medio por eso. ¿De qué es el disco?

- No es exactamente así, me contrató para encontrar a una persona, sólo eso.

- ¿Al Ethan Campbell que mencionaste? ¿No?

- No voy a contarte el caso, es una regla. –Respondió sin inmutarse pero aún con la misma actitud relajada.

- ¿Y qué si se rompe la regla Daniel? ¿Las reglas son sagradas o qué? Si las rompes, que sea por obtener información. Estás hablando con Hannibal Lecter, créeme: Quid Pro Quo Clarice ¿De qué es el disco?

Eso lo divertía por alguna razón, no había duda, tal vez porque había leído el libro y la frase le recordaba algo de dicha lectura o por alguna otra razón, pero como fuera parecía determinado a no dejarse convencer.

- No lo sé, aunque pudiera decírtelo, no lo sé. Sólo voy a informar sobre el resultado de la búsqueda de Ethan Campbell, como escuchaste por teléfono por error mío y tal vez ahí se termine todo.

- Bueno, al menos dime quién es Ethan Campbell, a qué se dedica.

- Eso tampoco lo sé Carlos.

- Entonces permíteme un segundo Daniel, se trata de información ¿No? Bueno, entonces preguntémosle a San Google Bendito, que todo lo sabe, santificado sea su índex. No te vayas.

Me levanté de mi lugar, me metí a mi estudio, prendí una de las computadoras y entré a Google. Hice una búsqueda, abrí las dos primeras ligas en pestañas independientes de mi Firefox, las revisé y luego volví a la ventana original con Google e hice otra consulta, tomé la primera liga, de la página resultante hice una búsqueda en la misma con Control+F y con eso tuve lo que quería, apareció el nombre de Ethan Campbell, el asunto cuadraba, no había duda. Mi padre seguía en la cocina, había terminado de comer y aunque ya algo adusto, perecía tener curiosidad por mí.

- Ethan Campbell es un ejecutivo menor del área de mercadotecnia de Microsoft, está en su directorio, entre el montón de nombres, aunque su padre sí es fuerte ahí, se llama Steve Campbell, alto ejecutivo de la empresa, jefe de una de las áreas más importantes de desarrollo de software, responsable de interoperabilidad de sistemas o algo así, no lo chequé bien, pero sí te puedo decir que pertenecía al círculo cercano de colaboradores de Bill Gates cuando era arquitecto en jefe de software. Pero sea, andas buscando al hijo, que, te digo, es ejecutivo del área de mercadotecnia, pero no en un puesto de alto nivel.

- Era –respondió mi padre-

- ¿Perdón?

- Ethan Campbell era ejecutivo, está muerto.

- ¿De verdad? ¿Y cómo lo mataron?

Entonces mi padre se puso serio, me miró callado unos segundos y habló de nuevo.

- ¿Tienes más que decirme sobre Víctor Kuzmanovski Carlos?

- Si Daniel, lo tengo y mucho, de hecho el que tuviera algo que ver con alguien de Microsoft es todo un suceso, pero tendría que explicártelo ¿Quid Pro Quo entonces?

- Entonces déjate de juegos, estamos hablando de una persona muerta, voy a satisfacer tu curiosidad y tú me das más información.

- Dime primero –insistí aún, mi padre hizo silencio unos segundos y habló-.

- A Ethan Campbell lo asaltaron en la calle. Tenía una cita con Kuzmanovski y no asistió, no saben por qué. Por tanto, me contrataron para encontrarlo, así me enteré que murió antier en la noche por un simple asalto.

- ¿Y qué hay con la persona a la que le mandamos el correo hace rato?

- Esta mujer estaba con Ethan Campbell, quise hablar con ella para localizarlo a él, pero al parecer huyó dejando el mensaje de que va a devolver el disco.

- Qué raro ¿No? ¿Y por qué dejó ese mensaje?

- Es lo que quiero averiguar.

- Ah, ya entiendo –respondí-. Pero aquí aún hay algo más, algo que ya pensándolo con calma no me cuadra del todo Daniel. ¿De verdad se descompusieron las computadoras en tu oficina?

Mi padre entrecerró los ojos, pero me pareció imposible suponer qué pensaba.

- No, me despidieron en la agencia por aceptar este caso.

- ¿Te despidieron? ¿Estás desempleado? ¿cómo? ¿por qué?

- Es largo de contar, además, no tiene importancia. En tanto, te he dicho demasiado Carlos. Ahora dime qué más sabes.

- Víctor Kuzmanovski es un abogado famoso, por lo menos en el mundo de la informática como ya te dije, pero es famoso porque es una pesadilla legal para Microsoft –dije al fin-, por lo menos en Europa. De entrada, es el artífice, junto con su equipo, de al menos una de las multas que la Unión Europea le impuso por monopolio por varios millones de Euros. Ha sido asesor de los Comisionados de Competencia de la Unión Europea para el caso Microsoft. Incluso estuvo a punto de ser nombrado Comisionado independiente de la Unión para vigilar los pasos de la empresa y se cree que los hubiera traído bien cortitos, aunque prefirieron a un experto en informática, en lugar de un abogado, han de haber hecho todo por evitarlo, cosa que al fin lograron. También ha participado como asesor legal de la Free Software Foundation en Europa, entidad, podríamos decir, que Microsoft ha convertido en enemiga íntima por muchas razones [2] [3]. Si iba a reunirse con Ethan Campbell, trabajando donde trabajaba, forzosamente era algo relacionado con Microsoft, es imposible que no fuera así, y te aseguro que no era nada bueno para la empresa y claro que un disco cualquiera, lo que sea, podría tener algo que ver.

- ¿Y cómo sabes tú todo eso? –Preguntó mi padre. En la mirada de su inescrutable rostro había, sin embargo, un brillo de asombro.

- La empresa para la que trabajo da muchos servicios de Internet. Un tiempo desarrollé un proyecto para la presentación de contenidos para un sitio, era sobre noticias informáticas. Me quedé un buen tiempo asesorándolos y toda la información que publicaban terminaba yo revisándola completa. Me familiaricé tanto con el tema que incluso he llegado a escribir artículos relacionados para ese mismo cliente y a coordinar foros especializados donde la gente discute esas cuestiones. Hasta la fecha sigo lo que va surgiendo con todo detalle, digamos que así no me ocupo exclusivamente de temas técnicos, sino de temas que tienen que ver con la historia de las tecnologías de la información, su lado social, económico, legal, histórico, como quieras llamarle.

- Estás muy bien informado entonces.

- Se puede decir que sí. Y tengo más, mucho más datos, te lo aseguro, no te alcanzarían los Quid Pro Quo. Tendrías que contarme todos tus casos para darte todo lo que se sobre chismes de informática, así que ya te imaginarás lo apetecible que ya me está resultando esto.

- ¿Entonces crees que Kuzmanovski quiere el disco y no encontrar a Ethan Campbell en sí?

- Sí, así es. No creo que Kuzmanovski viniera sólo a conocer a un empleado de Microsoft, por importante que fuera y éste no lo era. Imagínate, Kuzmanovski viene de Europa, eso es muy lejos como para que sólo viniera a tomarse un café. Yo creo que el disco es muy importante, lo que tenga.

- ¿Por qué? ¿Qué puede haber en ese disco que lo haga tan importante?

- No sé, no creo que sea un video comprometedor para alguien, eso solo les pasa a algunos políticos idiotas en nuestro país, tampoco es música, por supuesto, ni una copia pirata de la última película de James Bond. Por tanto tienen que ser documentos, información de algún tipo. Igual y es la versión privada de Wikileaks de Microsoft.

Mi padre se quedó callado, pensando. Otra vez daba la impresión de distraerse, de encerrarse en sí mismo, tal vez para analizar las cosas, para memorizarlas, algo ocurría con él, aunque sólo fueran unos cuantos instantes, de todos modos era un efecto muy notorio. Cuando parecía salir de su ensimismamiento pregunté:

-¿En qué estás pensando Daniel?

- En que, si tienes razón, me pedirán que recupere ese disco.

- Voy contigo.

- No es posible

- Quid Pro Quo Clarice

- Esto no es un juego Carlos –respondió poniéndose grave-, no es posible hacer Quid Pro Quo.

- Claro que sí Daniel ¿Ya se te olvidó que soy quien va a recibir la respuesta de la poseedora del disco? Yo soy el contacto. Soy Hannibal Lecter ¿Quieres saber qué me responde esta mujer? Entonces voy contigo a tu cita con Kuzmanovski, Quid Pro Quo Clarice.

En la mirada de mi padre percibí un destello de ira, como la que había visto una vez hace pocos años.

La Contraseña XV